Opinión

¡Qué memoria!

Rubén Toribio, un maestro y amigo del municipio de Jima Abajo, La Vega, me contó que cuando el profesor Juan Bosch visitaba su casa para saber de su padre, sin importar el tiempo que tardara en hacerlo, este siempre lo llamaba por su nombre y le hacía alusión a cosas de la intimidad familiar.

Me decía que este hecho impactaba y tenía una significación especial en la familia por la estatura del político y por la cercanía que establecía el hecho con ellos.

La vinculación que esto producía era insustituible en la carrera para afianzar el liderazgo en la época y representaba una distinción en términos de empatía para el que recibía este trato.

Parece que tener buena memoria era una condición propia de los políticos de antes porque también he escuchado historias similares protagonizadas por Peña Gómez y Joaquín Balaguer.

Era la época en que la propaganda política se realizaba cara a cara.

Estos eran principios básicos para cultivar afectos y confianza en la población.

La gente sentía como suya a esa persona que admiraba a distancia y de repente la tenía frente a frente con una sonrisa “espontánea y amistosa” llamándole como si le conociera de antaño.

Esto, unido a algunas presentaciones por televisión o algunos discursos a través de la radio, constituían las acciones básicas para los políticos de antes. Esto era parte del marketing de entonces.

En términos emocionales esto tenía un valor grandioso. Las cosas han cambiado de manera dramática. Las redes sociales le han abierto un camino expedito al marketing político para sustituir esa tarea. Ahora pueden estar en contacto con ese conglomerado todo el tiempo que deseen con tan solo un click.

Ahora, el mercado es otro y la manera de llegar, las motivaciones y los valores, son otros.

Esta era ha sustituido esas viejas prácticas y le sirve en bandeja de plata a los políticos la tecnología que lo soporta todo, pero que también lo guarda todo.

Ahora, en los más apartados rincones del país, la gente está súper comunicada a través de sus equipos electrónicos y todas las formas posibles de recibir información.

La modernización de los métodos de hacer política y conquistar la simpatía de la población votante le ahorra muchos recursos y facilita la tarea de persuasión a los políticos.

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