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Opinión

No al cerco y darnos a respetar

Luis Encarnación PimentelSanto Domingo

El hecho de que Estado Unidos lleve más de dos años sin designar embajador en el pais, que un diplomático subalterno atribuya practicas “racistas” en un documento de corte injerencista trazando pautas en política migratoria interna, que es materia de soberanía, es más que un desplante; una falta de reciprocidad y una línea de ataques inaceptable a un socio comercial importante y aliado estratégico en temas fundamentales para esa nación. Sin servilismo y sin dar el brazo a torcer cuando el interés nacional, la Constitución y sus leyes estén de por medio, las relaciones con Estados Unidos – que ha dado sobradas muestras de que no tiene amigos, tiene intereses – deben ser de respeto y de amistad, pero en doble vía. Nada justifica ni le da derecho a un Estado cuyo presidente admite que su sociedad acusa un” racismo sistémico “, como reconociera el presidente norteamericano Joe Biden, a tenderle un cerco a otro con campañas, presiones y acusaciones infundadas que afectan la imagen y, por añadidura, le alejaría turistas y potenciales inversionistas extranjeros. Estados Unidos y el Departamento de Estado debieron primero ver -y corregir- la paja en su propio ojo, y atender, por ejemplo, lo que le atribuye Amnistía Internacional en su informe del pasado 22 de septiembre, en el que le emplaza “a cesar las detenciones arbitrarias y los tratos discriminatorios contra los haitianos que piden asilo”. ¿Y entonces, cual es la moral? Como dijera el presidente del Tribunal Constitucional, magistrado Milton Ray Guevara, “aquí no vamos a aceptar nunca la instalación de campos de refugiados”, que el fondo es lo que buscan esas “escaramuzas” de Estados Unidos, Canadá, Francia , la OEA , ONU y otros organismos indiferentes , sordos y ciegos, que quieren que nuestro pais , el único con la carga y todos los peligros encima, resuelva lo que ellos rechazan y no quieren que toquen sus respectivos territorios: el ingreso incontrolado de haitianos indocumentados (¿). Es una vieja pretensión que, en el tiempo, rechazaron Bosch, Balaguer y más reciente Abinader, que no aprobó un pedido indecente en ese tenor. Por eso, incluso con el bloqueo al azúcar del Central Romana, le quieren “amargar “el dulce (¿). Al ser un tema nación, hizo bien Cancillería, y la sociedad dominicana, en responder con determinación y firmeza patriótica la ligereza del señor Robert Thomas, a quien, empresarios y funcionarios que no le corriera Guacanagarix por sus venas, debieron dejarle las sillas vacías el miércoles en la Cámara Americana de Comercio, como pidió Celso Marranzini.

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