Las crisis
Las pruebas pueden venir en forma de crisis: una enfermedad súbita, la pérdida de un ser amado, o algún cambio drástico en nuestra calidad de vida. A veces pensamos que Dios nos abandona en la dificultad, pero más bien El permite esas tribulaciones para ayudarnos a crecer espiritual y moralmente, para enseñarnos a vivir por fe, no por sentimientos o emociones. En cada momento de nuestras vidas encontramos obstáculos que debemos vencer y así como aprendemos en la dificultad el camino hacia la sabiduría, alcanzamos en la madurez la clave de nuestros éxitos. Enfrentar el desaliento de una crisis es beneficioso para superarnos como persona y como profesional, porque ella nos da las pautas hacia la creatividad, evitando emplear el tiempo en lo estéril de ciertos conceptos. Las crisis sirven de trampolín para saltar hacia la luz del “conocimiento”; superándolas avanzamos hacia criterios constructivos que afianzan nuestra visión para lograr las metas y así abrir las puertas para encontrar las razones que nos ayuden a progresar. La diferencia entre un perdedor y un triunfador es directamente proporcional a la fortaleza con que nutrimos nuestro auto estima. Nuestro país cuenta con nosotros para enfrentar juntos los anti valores y afianzar así los principios de civismo, moralidad, solidaridad y soberanía, que aseguren un mejor futuro a las nuevas generaciones. Avancemos hacia la conquista de un sistema de igualdad frente a la ley.