Opinión

La transformación curricular

Miguel Reyes SánchezSanto Domingo

La mitad de mi vida he sido catedrático universitario y he estado observando como el nivel de preparación académica del estudiantado ha ido languideciendo paulatinamente.

Los muchachos llegan a las universidades con un muy bajo nivel académico. Sólo pensar en las terribles faltas ortográficas que observamos cada día hasta una especie de desorientación que les impide hacer una lectura comprensiva de los textos que se le presentan.

No es de extrañar, que tanto en la evaluación mundial PISA como en la latinoamericana ERCE, salimos en los últimos lugares del ranking de sistemas educativos.

No logramos superar el umbral mínimo de competencia esperado para la lectura, reflejando que “solo son capaces de entender el significado literal de una oración o pasaje corto de un texto”. He sido reiterativo en cuestionar: ¿qué nos ha pasado?. En un solo párrafo a veces tienen 5 o 6 faltas ortografías, te cortan las frases como las ponen en el whattsapp o te escriben palabras inexistentes, que son parte de su léxico regular.

Si Pavlov viviera en este tiempo, ya no hablaría de la lobotimización por la televisión, sino por las redes sociales, las cuales entre tik tok, influencers y todo tipo de recreaciones, le han superado con creces.

El científico ruso Ivan Pavlov presentó su teoría “el reflejo condicionado”. Mostró que hay reflejos que son aprendidos, y que estos desencadenan reacciones del cuerpo a partir de una eperiencia pautada. Por ejemplo, “la salivación del perro al escuchar la campanita” o “cuando la televisión induce en un modelo conducta determinado”. Imagínense si hubiese conocido el mundo actual interconectado.

Hemos involucionado. La propuesta del currículo educativo, que data de casi una década atrás, está desfasada y desmembrada. La historia y la literatura dominicanas escasean del mismo, por un libro general de unas supuestas “ciencias sociales”, la obligación de la lectura de las obras fundamentales de nuestros escritores es inexistente, los libros de moral y cívica, en que nos enseñaban los principios, los valores, nuestros derechos y deberes como ciudadanos fueron extirpados.

Recuerdo que en el colegio era obligatorio leer un libro dominicano mensual y teníamos controles de lectura: desde Cosas Añejas de César Nicolás Penson, Enriquillo de Galván, El Cristo de la Libertad de Balaguer, La Mañosa de Bosch, Over de Marrero Aristy, Escalera para Electra de Cartagena de Portalatín, La sangre de Cestero, hasta Guanuma de García Godoy, para mencionar algunos. Lo interesante es que todos están en las redes de manera gratuita.

¿Cuál de nuestros jóvenes han leído un par de esos libros? Su alegato es que eso no le sirve para nada. Que errado están, le sirve para tanto que le permiten dirigir su vida con mayor significado, sabiendo por lo menos quienes somos, porqué existimos y hacia dónde vamos.

La decadencia ha sido progresiva, aunque viene de lejos. Esto ha sido un proceso involutivo que ha hecho metástasis corroyendo todo el sistema.

Siento a veces, que nuestra sociedad esta inerme frente al presente y al futuro, porque el pasado lo han suspendido. Repetiré cuantas veces sea posible, la necesidad de una transformación del currículo educativo si queremos que nuestros estudiantes realmente puedan tener el aprendizaje mínimo deseado. Estamos a tiempo de dar el paso. Abrigamos todas las esperanzas.

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