Avaricia
El ansia del dinero es la del fundamento de la corrupción que hay en todo el orbe, según dice el papa Francisco.
También ha dicho: “El dinero somete al mundo”. Y Papini, en su célebre “Historia de Cristo” llama al dinero “estiércol del demonio”.
Claro, no llama de este modo a la moneda como medio de intercambio para el pago de bienes y servicios necesarios, y todo tipo de obligaciones, o a la retribución que recibe el trabajador honrado por su labor. Se refiere al dinero que el hombre ha convertido en cosa inmunda para ensuciar la tierra y a sí mismo, transformándolo en ídolo que adoran prestos los avaros.
Ese dinero es un vehículo del mal que persuade al lujurioso comprar y vender a la mujer; a los políticos a corromperse; a infi nidad de individuos a cometer atracos; a funcionarios a desfalcar las ofi cinas públicas y privadas; al narcotrafi cante a vender drogas: ese dinero es el objeto más espantoso que haya fabricado el ser humano. El afán de dinero de esta última generación es el más despiadado que el mundo ha conocido jamás.
Hoy se aprecia con mayor claridad la sentencia paulina: “La raíz de todos los males es el amor al dinero” (1 Timoteo 6:10).