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Abel, Penélope y el PLD

Son los azares de la política, los cisnes negros del Prof. Taleb que van y vienen y en ocasiones imponen sus juegos.

Resulta que con el triunfo de Abel Martínez en el PLD, esa organización pasa a ser coliderada, por lo menos hasta mayo de 2024, por su ala más conservadora.

En este nuevo escenario, los dominicanos nos encontramos con el hecho de que para mayo 2024 la competencia por la presidencia de la República se dará entre unos candidatos, Martínez, Fernández y Abinader, de los cuales, casualmente, (por eso lo del cisne negro de Taleb) el de la práctica de gobierno local o global menos conservadora, es el único que nació con fortuna, visa y “en casa con piscina”, como le dice Juancito Pérez Vidal, (alias Tito), a la gente que como Luis Abinader hereda y habla inglés.

Es en este momentum político donde nos encontramos con la salida de Julio César Valentín del PLD, algo que en las próximas semanas podría replicarse en otros altos dirigentes de pensamiento progresista del partido morado. Y es que, como Valentín, muchos son los políticos de pensamiento progresista atrapados entre un PLD y una FP (los PLDs verde y morado que tanto cito) que cada día ceden espacios por acción u omisión a la ola de conservadurismo, exclusión, y discriminación que azota a las democracias liberales en todo el mundo,

Esta orfandad ideológica, amén de sus viejas contradicciones con Abel, es la que explica las palabras de Valentín: “Me marcho porque permanecer en el PLD sería como estar en un cuerpo sin alma”, que me recordó la canción que interpretó Wilkins. El “alma” no es otra cosa que el pensamiento progresista heredado de Bosch, que a partir de 1996 comenzó a desfallecer cuando la organización, azorada ante una victoria que no le pertenecía, comenzó a pagar “el precio de vencer”.

Con el conservador Abel como candidato y líder circunstancial del PLD, y un Leonel Fernández cómodo e idolatrado en la burbuja ultraconservadora que le ha creado el muy pequeño pero ruidoso partido FNP, muchos son los peledeístas que soportan en silencio su orfandad ideológica. Una orfandad, que literaria y poéticamente, viene a ser la reedición política de la “Penélope”, de la Odisea, en versión Serrat: “Le sonrió con los ojos llenitos de ayer, no era así su cara ni su piel ‘Tú no eres quien yo espero’…”.

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