Opinión

La FP: Lo cuantitativo y lo cualitativo

La Fuerza del Pueblo (FP) es una formación política novel, porque es de reciente incursión en el escenario político nacional, pero que a diferencia de otros no tan párvulos puede exhibir una plantilla técnico-profesional difícil de encontrar en otra organización de su tipo en la República Dominicana. Lo de difícil de encontrar se apoya en el hecho de que este recurso humano no entra en el paquete de lo que se conoce, para definir a los burócratas, como “técnicos secos” producidos por agencias, universidades o laboratorios de cuartos fríos que nunca transitaron el camino de la praxis que permite fraguar la experiencia que facilita al dirigente construir métodos eficientes, sobre la base de la combinación de la evidencia y el ojo clínico para la interpretación de la realidad que permita tomar decisiones acertadas.

Se trata de un cuerpo dirigencial, encabezado por su líder y presidente, Leonel Fernández, curtido en los debates conceptuales que se desprenden de temas socioeconómicos y de toda suerte para auscultar en el tejido social, conocer su composición y, por ella, determinar lo que piensa el pueblo y de qué forma lo piensa. El debate, que parte de las exploraciones científicas que se encuentran en una abundante literatura, sobre todo la aportada por Juan Bosch, ha ido de la mano del lenguaje del callejón que ayuda a ser más precisos al momento de interpretar los cambios que se han ido operando en la sociedad, los que tienen que ver, no solo con la evolución “natural” de un conglomerado humano determinado, sino con la explosión comunicacional provocada por los avances de vértigo que se han producido en el mundo de las tecnologías de la comunicación y la información que va universalizando conductas, las que se conjugan con las del día a día del patio para configurar un perfil nacional que solo pueden digerir los políticos que abrazan a la misma vez el recurso del conocimiento académico con la contaminación de la cañada de Guajimía.

El novel de mente adulta está en un proceso de construcción que todavía agota etapas, mientras en paralelo, tiene el objetivo de alcanzar el poder en corto plazo, lo que le presenta retos y desafíos que resultan difíciles de manejar, pues la coyuntura electoral ha provocado que las etapas se presenten invertidas. Así, por ejemplo, los pasos iniciales de construcción que deben centrarse en la articulación orgánica cualitativa, han cedido -o compartido- espacio a esquemas cuantitativos que han generado un justificado estrés expresado en las tensiones entre la calidad y la cantidad; el objetivo electoral inmediato frente al instrumento político creado con carácter de permanencia para desde el gobierno del Estado hacer los ajustes que requiere la sociedad en su constante necesidad de cambio.

Esta compleja dinámica de construcción, crecimiento y fines, independientemente de que avance a velocidades paralelas -la prisa electoral y la lentitud que se necesita para crear una zapata sólida- logrará el éxito siempre y cuando sigamos trillando el camino del ejercicio limpio del oficio, pues esto da la autoridad moral que deriva en la autoridad política para que el pueblo nos deposite la confianza que nos permita cercanía y acompañamiento recíproco, porque si bien es cierto que la instrucción, el estudio científico de la realidad y el baño de calle nos convierten en políticos probados, no sería suficiente para ganar el respeto popular, sino brindamos pulcritud y transparencia.

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