Las lluvias nos dejan al desnudo
La memoria nos previene en el futuro mientras nos ata al pasado, de ahí que como pueblo seamos poco dados a evaluar situaciones y extraer enseñanzas de ellas. Estas lluvias del viernes 04 ya han ocurrido, y ocurrirán de nuevo, no quizás como lluvia o tragedia, sino como sucesos que recurrentemente ponen a prueba nuestra capacidad de asombro y certifican nuestro nivel de olvido.
De poco han servido décadas de discursos progresistas, de laudatorios informes internacionales que nos certifican como la economía que más crece, paraíso de estabilidad financiera, meca de inversionistas extranjeros y piratas de nuevo cuño, cuando en solo cuatro horas un aguacero desnudó todas nuestras desigualdades, inequidades y falencias.
Más allá de lo meteorológico -tema de expertos-, toca reflexionar en torno a las características del desarrollo de nuestra capital: vertical y sin planeación; extensivo y sin ordenamiento territorial; hormigón y asfalto sin vegetación; y, renegando la principal característica de toda urbe, la ausencia de un sistema de drenaje pluvial y sanitario.
Para sus ciudadanos, la prioridad no será buscar un culpable, sino tener una solución ejecutable y funcional. No vale la pena pasarse la pelota y debatir en torno a quién hizo o dejó de hacer; ocho trágicas muertes, además de absurdas, son ocho razones suficientes para aparcar la politiquería y el populismo y centrarnos únicamente en lo verdaderamente importante: ¿qué vamos a hacer al respecto?
Seamos realistas, el gobierno municipal no tiene la capacidad financiera de acometer en tiempo y recursos las acciones que se deben realizar -ni este ni los anteriores-. La prioridad debe ser construir un sistema de drenaje pluvial eficiente y, en paralelo, dar mantenimiento a las estructuras existentes.
Hay que abordar el desafío como una prioridad de Estado y más en esta gestión de gobierno, que cuenta con un Alfredo Pacheco que desde 2006 ha planteado soluciones al respecto y que hoy preside la cámara baja, y que se contaría con el apoyo de los legisladores de todos los partidos para impulsar las acciones necesarias, pues la objetividad, la racionalidad y el pragmatismo se imponen.
Diagnósticos, planes y capacidades sobran al respecto, lo que hace falta -de parte del Estado- es voluntad política, que se tiene; recursos financieros, que habrá que buscar; una buena comunicación que explique tiempos, acciones y resultados; y una ciudadanía más consciente de que debe ser parte de la solución, no del problema, y que las medidas tendrán un impacto traumático durante su ejecución, pero compensarán con creces una vez entren en funcionamiento.
Hagamos esto, antes de que vuelva a llover…