Opinión

La empresa política

Con una inversión de promesas de bienestar, en esta empresa se conquistan a muchos inversionistas de ilusiones que conforman un gran núcleo electoral, que no es más que la nómina eleccionaria. La empresa política tiene la particularidad que no exige transparencia en sus operaciones y la fiscalización de los recursos goza de absoluta impunidad, ya que manejan los estamentos judiciales con prebendas que facilitan el otorgamiento de comisiones, obras y manejo de presupuestos ilimitados, dependiendo el nivel del ejecutivo elegido. El negocio es redondo aun estando en la oposición, pues oponiéndose a ciertas políticas empresariales, la mayoría accionaria consigue facilidades para viabilizar dichos negocios. Los paradigmas desaparecieron, lo que hace más fácil la implementación deshonesta de proyectos sectorizados y las políticas fiscales de recaudación se sustentan en la gobernabilidad “constitucional” en cada periodo. La historia así lo recoge en el tiempo. Hay que agenciarse algunas acciones en cada una de estas empresas políticas, que equivale a inscribirse legalmente en el presupuesto de la nación. En pocas palabras, a todas luces los intereses del pueblo se ven atrapados por la falta de ideologías en la sustentación de salarios que salen del esfuerzo de los que todavía sueñan. La mayoría de los inversionistas de ilusiones son los que menos reciben de las ganancias de la empresa política, en un mercado donde se negocian los principios y sus miembros se reparten la alternabilidad de las posiciones ejecutivas, reivindicándose entre ellos mismos. Se repite la historia.

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