Opinión

Nuevos ídolos

Cada era tiene sus ídolos. Los de mi generación venerábamos a Lucho Gatica, Marco Antonio Muñiz, Tito Rodríguez, Gilberto Monroig, etc.

Los muchachos de hoy son débiles con Bad Bunny, El Alpha, Tokischa, etc.

Las preferencias musicales son libres y cada quien se identifica con la que más se acerque a su gusto. Eso no se cuestiona.

Tampoco se cuestiona que esta era tenga códigos musicales distintos.

Hoy, cualquier muchacho con un programa de computadora puede montar un ritmo y ponerle algunos estribillos pegajosos y convertirse en una celebridad al estilo Justin Bieber.

No obstante, para los de mi generación y para toda persona con un mínimo de decoro, el uso de ciertos vocablos, de prosaiquedades y obscenidades que llegan a la indecencia, son inaceptables. La presencia de tantos adjetivos denigrantes y ofensivos le quitan mucho valor a toda esa expresión que la juventud consume actualmente y que es un reflejo de la pobreza educativa de los protagonistas de estos ritmos urbanos.

No hay que llegar tan bajo para hacerse notar.

Verdaderamente hay mucha depravación y miseria moral en las palabras que acompañan muchos de estos ritmos musicales que deslumbran a esta generación.

Objeto esos contenidos porque llegan a los niños, porque deforman, porque denigran a las mujeres, porque apelan a bajos instintos, porque promueven antivalores, porque nada aportan a la sociedad.

La crisis moral no soporta más miserias y depravaciones. Estamos hastiados de vulgaridades.

Lo menos que puede necesitar nuestro país son líderes musicales que promuevan bajezas. Una sociedad con plataformas educativas mediocres no resiste más enseñanzas deformadoras.

Esta generación de jóvenes cuya popularidad nadie cuestiona, debe cuidar su lenguaje, su discurso, su conducta. No le reclamamos poesía ni sinfonía. Simplemente un poco de decoro y de vergüenza para que nada de lo que hagan sea cuestionable. Aplaudimos la forma meteórica como trascienden. Aplaudimos su talento para llegarle a la juventud y ponerla a delirar por sus ritmos. Aplaudimos todo lo que son capaces de hacer con tan poco. Pero rechazamos toda la sociedad de lo que adorna su baile, su lenguaje y su conducta.

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