“El muchacho matado en la farmacia…”
Una noche del mes de noviembre de 1976 en el salón principal de la Biblioteca Nacional que todavía no se llamaba “Pedro Henríquez Ureña”, nombre con el cual fue designada por decreto del Presidente Hipólito Mejía en el año 2003, se efectuó un homenaje al gran poeta dominicano, Manuel Del Cabral, figura legendaria de la literatura dominicana, cuya obra había sido publicada por la prestigiosa Editorial Losada de Buenos Aires. En medio del acto, Antonio Fernández Spencer, poeta, filósofo, escritor e intelectual, recién llegado de Montevideo donde se desempeñó como Embajador dominicano ante el Gobierno de Uruguay, levantó su mano desde el público pidiendo la palabra. Spencer (así lo llamábamos por su segundo apellido) quien era notoriamente un hombre de derechas, pidió, curiosamente, que se leyera el texto poético “El Muchacho matado en la farmacia”. No lo conocíamos, fue escrito durante el conflicto bélico de 1965. Nadie tenía el texto del poema. Del Cabral se levantó del asiento que presidía acto y declamó el poema. Esta es la historia de aquella noche
Hay poemas que trascienden el tiempo para que el recuerdo de los anónimos, de los que no tienen apellidos sonoros, no se extravíe, para que permanezca el sentido y el horror de una injusticia. En julio de 1965 en una pequeña farmacia, casi un tarantín, en el sector de San Juan Bosco, un muchacho de apenas quince años despachaba pedidos en la ciudad en guerra de Santo Domingo dentro de la llamada “zona de seguridad” bajo control de las tropas de ocupación. Un soldado interventor entró a la botica buscando una aspirina o calmante. El jovencito nervioso le pasó el medicamento. El soldado le preguntó, que si eso era veneno. El dependiente casi un niño se rió a carcajadas, el soldado reaccionó ante la risa del dependiente, apuntado su fusil sobre su pequeña anatomía, al parecer se sintió ofendido y entendió su risa como una burla, y se le escapó el disparo que mató al pequeño boticario. El hecho fue reproducido por la agencia AP Prensa Asociada al mundo como un accidente de la guerra de abril del 65. Fue entonces que el poeta Manuel Del Cabral, leyó los versos que le pidió Spencer, para que en otra edad y tiempo, aquel niño fuera recordado. El texto dice así: “El idioma llegó, dio cuatro voces/miró al muchacho con sus quince años/ Y después de balbucear en castellano/ el muchacho entendió, le dio una aspirina/ luego el soldado/ caprichoso, dudoso, negativo, libertino y cobarde/ en inglés preguntó/ Y ¿esto es veneno?/ Y la sonrisa del muchacho fue/ el papelito de su defunción/ una bala en silencio escandalosa/ entró borracha al cuerpo del nativo/ que se quedó dormido/como cuando se iba/ de vacaciones para ver la novia/ Luego/ un cable del Pentágono diciendo: “hay que juzgarlo”/ Hay que decirle al mundo/ que tenemos justicia…/ sin embargo yo sé que el asesino está tranquilo/ todas las noches lo ven entrar al cine/ y el domingo le cuenta su aventura a los vecinos/ Mientras tanto, deja la bicicleta, deja de usarla/ Duerme/ Yo sé que estás inquieto debajo de la tierra/Pero no te preocupes, pequeño boticario/ que ya tú tendrás tiempo para cobrar tu sueño/ Nadie se pone viejo cuando espera dormido”. (Manuel Del Cabral).