Opinión

Tiro de gracia

Un viaje a la ciudad de Pedro Mir

Luisanna Carrasco me distinguió con su amistad. Después de ella, el programa “Periodista Por un Año” se reordenó y la ocasionalidad fue el mensaje de otras pasantes como Yadimir Crespo, Fernando Molina, Nairobi Núñez, Yanibel Luna y Anyara Solano.

Corría 2019 y los viajes provinciales escaseaban por falta de transporte y la llegada del mundo digital fue la realidad inmediata del periodismo moderno. Luisanna sabía hacerle trampas al tiempo y tuve la suerte de contar con sus esperadas colaboraciones, después de terminar su jornada laboral, o en medio de estas. Siempre me recordaba la importacia de los viajes al interior del país y la necesidad de no abandonarlos.

Un día llegó, casi de casualidad, la invitación a Macorís del Mar. El senador de entonces nos invitó a convivir un fin de semana en su provincia para concer la zona de cabo a rabo.

En aquella jornada, mi debilidad física jugó una mala pasada. En la primera noche de estancia en Juan Dolio, confundí el entramado de la pared del baño con el de mi hogar. Esto provocó la salida de su lugar de una de mis vértebras. A partir de ese momento, mi participación física en el recorrido se limitó a coejar hasta un asiento fijo del transporte y el trazado de un esquema de trabajo en esos tres días inolvidables.

Por esa causa no conocí el play “Tetelo Vargas”, ni el Museo del Ron, ni la Cueva de las Maravillas. Sin embargo, orienté las de trabajo. Los doce pasantes, incluyendo las de Santiago de los Caballeros, carecieron de respiro para tanto descubrir. Y todavía hoy hablan de la amabilidad de los sitios visitados donde siempre los recibían con comidas y constantes picaderas. Al final de cada noche, los doce pasantes caían rendidos, sin fuerzas para disfrutar las ofertas divertidas del resort.

La joven Carrasco se convirtió en una especie de guía presencial. De las entrevistas y recorridos encomendados, todavía recuerdo su increpancia ante otra pasante, en funciones de fotógrafa, por no sacar su cámara. Según el grupo, ella deseaba algo más prominente que una “simple” instantánea. Al final, la propia Carrasco tuvo recurrir a la solidaridad ajena para lograr una foto de baja resolución que, en definitiva, no otorgaba las mínimas condiciones editables. Algo similar sucedió cuando la misma pasante fue encargada de escribir un reportaje sobre el remozado play de las Estrellas Orientales. La fotógrafa decidió no abandonar el medio de transporte que las condujo a ese sitio, pues “estaba muy cansada”. Esa noche, tampoco compartió con el grupo.

Otros momento inolvidable fue durante el recorrido en yola por la ría, donde Paul, Saulo, Eliana, Onelfi y Floranyi temieron por sus vidas ante la fragilidad de la embarcación; o la visita al Museo del Ron, donde el grupo recibió un merecido agasajo.

Carrasco también estuvo perdida en la Cueva de las Maravillas junto a Saulo Mota, Paul Mathiasen, Ycell Suero, Eliana Ledesma, Onelfi Pouriet, Florayi Jáquez, Clara Robles, Denisse Paradise y otras. Todas iban y venían por entre los laberintos de las cuevas sin hallar la ansiada salida, mientras los murciélagos volaban sobre sus cabezas, rememorando historias de vampiros.

Clara Robles y quien esto escribe, entrevistamos a un alto funcionario de la entonces alcaldía. Minutos antes de la entrevista, le hice saber a mi joven acompañante los peligros de copiar el tufo partidario de sus declaraciones, y el inconveniente de convertirnos en posibles bocinas indirectas. Por cortesía solo nos limitamos a escucharlo.

Fueron muchas emociones para tres días donde los pasantes no solo disfrutaron el sabor de los pasteles en hojas de don Amable, invitados por el mencionado Senador provincial de entonces, sino que el nivel de convivencia y la responsabilidad ante las asignaciones encargadas, no impedían el disfrute. No fue un viaje de “turismo”, sino una experiencia de trabajo que les permitió conocer una provincia de tradición, de armas tomar.

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