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Opinión

Todos están muertos

A propósito del pasado día de la hispanidad, mis amigos Antonio Iglesias -de la sastrería La Coruña- y Blas Carrasco, me enviaron un video que aborda la cuestión del “perdón” que, según pretensiones absurdas, deben pedir los españoles por la “trágica” huella de la empresa conquistadora en nuestra América. Resultó algo coincidente con mi parecer; pues, para mí, la estrechez de miras de muchos antropólogos, sociólogos y “políticos” los hace caer en esa campaña ridícula, a veces solo por hacerse graciosos. No pretendo que los horrores de la historia no sean contados -ello contribuiría al evitamiento de su repetición-, pero, de ahí a pasárnosla mendigando una petición de perdón que devendría estéril hay una gran diferencia.

En el video en cuestión se hace referencia a todas las ocupaciones que ha padecido España, desde la de los íberos hasta la de los romanos, resaltando el balance definidor de todo lo que son hoy como nación gracias a dichas ocupaciones. Y es que el encuentro de dos o más civilizaciones, con independencia de las circunstancias en que se produzca, ya por conquista, ya por necesidad de sobrevivencia, siempre tendrá sus consecuencias, pero es avieso ocultar las productivas y destacar las dañosas; máxime, cuando determinar sus autores y su responsabilidad -que siempre estará fundada en el concepto moral de culpa- no beneficiará ni perjudicará ya a nadie (víctimas y victimarios, todos están muertos).

Me declaro partidario de la corriente historiográfica de la “Nueva historia” que favorece el juicio histórico a partir de los procesos y de las mentalidades de quienes estuvieron concernidos en ellos, no de sus protagonistas per se, pues, “…crimen fueron del tiempo, y no de España”. Pienso que la pretensión de petición de perdón hará que acabemos “pagando justos por pecadores”, siendo considerados como seres acomplejados, empequeñecidos por el resentimiento y, más aún, incapaces de pensar provechosamente la dialéctica histórica. Citando a Hegel y su “Filosofía de la historia”, Alberto Quiñones, en su ensayo “Historia dialéctica y dialéctica histórica” (https:/rebelión.org), expresa que [… “en la historia se hace patente una dinámica particular que tiene carácter dialéctico”]. Y a seguidas afirma: “Esto significa que la historia presenta de forma inherente elementos contradictorios entre sí que permiten, a través de la superación de sus mutuas negaciones, el avance histórico o progreso”. Y yo concluyo citando a Levitansky [… “la historia no se equivoca en su movimiento, solo que sus cotas no tienen que ver con nosotros”].

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