Opinión

Un accionar para la historia

Juan F. Puello HerreraSanto Domingo

Es motivo de gozo que la Conferencia del Episcopado Dominicano (CED) constituida oficialmente el 22 de septiembre de 1962 cuando la Santa Sede aprobó sus estatutos, llega a su sexagésimo aniversario de su fundación, bajo la encomienda y responsabilidad de hacer crecer el pueblo de Dios en santidad y justicia.

Digamos, que las conferencias episcopales estuvieron presentes sin una normativa específica, pero ya como cuerpos formales quedaron instituidas en el Concilio Vaticano II (Christus Dominus, 38) e implementadas por el Papa Pablo VI en 1966 con el motu proprio Ecclesiae sanctae, además por el Código de Derecho Canónico en los cánones 447 a 459, teniendo un “carácter permanente, que en asamblea de los Obispos de una nación, ejercen unidos algunas funciones pastorales respecto de los fieles de su territorio, para promover el mayor bien que la Iglesia ofrece a los hombres, proponiendo formas y modos de apostolado convenientemente acomodados a las peculiares circunstancias de tiempo y lugar”.

La CED en todo momento ha estado atenta al desarrollo político, económico y social de nuestro país, analizando en conciencia de cómo guiar al pueblo en las áreas de mayor incidencia social para que haya un desarrollo sostenido que ayude al bien espiritual de las personas.

De esta manera, la labor pastoral de la CED ha sido encomiable como formadora de conciencia en las distintas áreas de formación humana, y actuado con responsabilidad en su devenir histórico de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia, instruyendo a los fieles en materia de moral y costumbres relacionadas con los diferentes eventos que han convulsionado a nuestra nación.

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