Haití, intervenciones militares y vudú
La historia de Haití está marcada por episodios de dolor, crueldad y atropellos, a la que no escapan las intervenciones militares, uno de los países que más veces ha sido intervenido.
Desde Mackandal, precursor de la rebelión de los esclavos, hasta nuestros días, la vida y las luchas del pueblo vecino ha estado marcada también por la magia, el misterio, el vudú, los zombis y sus creencias.
Cuando el primer ministro Ariel Henry y el Consejo de Ministros solicitaron la intervención de una fuerza militar extranjera no hacia más que poner de manifiesto, el fracaso de la estructura estatal que dirige, en frenar el avance de las bandas que controlan ya casi todo el territorio su país.
No oculto mi rechazo natural a todo tipo de intervención militar, no se sí será por el año en que nací o sencillamente por haber crecido en un ambiente en el que, el desembarco de lo marines norteamericanos fue considerado siempre como un episodio de oprobio y la Revolución de Abril como una gran epopeya de nuestro pueblo.
¿Hay alguna otra opción para resolver la crisis de Haití?
Al día de hoy es evidente, que solo una opción militar podría detener el caos que allí impera, protestas, control de amplios espacios del territorio por las bandas, secuestros y muertes.
La experiencia histórica demuestra que, aunque parezca una contradicción, no es suficiente.
En su participación en el programa El Sol de la Mañana, el expresidente Danilo Medina señaló que Juan Bosch decía que “La democracia es un traje político para un cuerpo económico que se llama capitalismo. Allí donde el capitalismo no se ha desarrollado es difícil que haya democracia”.
Hemos dicho en artículos anteriores que, un efecto colateral, indeseado de la revolución que terminó con la esclavitud, fue que destruyó la estructura productiva que existía allí. En otras palabras devolvió la economía haitiana a una etapa primaria de su desarrollo capitalista.
En esencia que, ninguna acción que aunque logre la pacificación del país, no genere el embrión de un verdadero desarrollo capitalista en Haití, habrá servido de mucho.
Y es que no basta con detener el río de muerte y desorden, el más urgente imperativo actual, es cierto, si no se crea un gran acuerdo entre los grupos políticos, la sociedad civil y quienes han hecho fortuna en medio del caos durante 200 años, para impulsar un plan de desarrollo, económico, político e institucional.
La situación de Haití hoy, es la de los zombis que el cine nos ha venido proyectando por años, un muerto resucitado por las artes mágicas de houngan, hechicero del vudú, y sometido a sus designios.
La muerte inducida por un brebaje, luego del entierro, otra pócima permite despertar al zombi pero lo mantiene en un estado de indefensión y de absoluta dependencia del hechicero.
El reto del presente es que la comunidad internacional, no sólo ayude a Haití a vencer el reino del terror qué imponen las bandas, sino que lo acompañe con un río creciente de recursos, para la reconstrucción total de su estructura económica, política, social y humana.
Francia, Canadá y Estados Unidos, tienen el deber moral e histórico de liderar de una vez y por todas, el esfuerzo que transforme en mariposas, los grilletes de una nación que, más de docientos años después de haber vencido la esclavitud, sigue amarrada a las cadenas de la miseria, el caos y el horror.