Opinión

El valor de la gratitud

Perdí la cuenta de las veces que he visto la película "Million dollar baby", con el título en español "Golpes del destino", ganadora del Óscar a mejor filme en el año 2004.

Lo cierto es que en cada ocasión que la he visto encuentro un detalle nuevo que puedo aplicar en mi vida.

La película presenta la historia de Maggie Fitzgerald, personificada por la actriz Hilary Swank, una mujer que a sus 31 años quiere ser boxeadora profesional.

Ella vence con su tenacidad la resistencia de Frankie Dunn (Clint Eastwood), propietario de un viejo gimnasio y quien se niega a manejar su carrera, bajo el argumento de que "yo no entreno a mujeres".

El tema controversial del filme no lo tocaré en este artículo, porque ya lo he abordado en otra ocasión, además de que tampoco le quitaré el factor sorpresa a quien decida verla, a partir de esta lectura.

Si quiero resaltar dos detalles de cómo Maggie maneja amargas experiencias en su entorno más cercano y la gratitud hacia su entrenador cuando ya comenzaba a ganar fama y dinero, algo que él no recibió de un boxeador que manejó con anterioridad.

Siendo mesera de un restaurante, con lo poco que gana y las propinas que recibe, la pugilista ahorra lo más que puede para adquirir los equipos que necesita para entrenarse y cumplir el sueño de regalarle una casa a su madre.

En una ocasión, incluso, su jefe en el restaurante la ve tomando un trozo de carne que dejó un cliente y, por la vergüenza, ella le dice que es para su perro, cuando en realidad fue su cena esa noche.

Maggie logra a base de muchos sacrificios comprarle finalmente la casa a su madre, gesto que ella no agradece porque percibe que podría perder algunas ayudas estatales.

La madre y su hermana terminan, no sólo demostrando una falta de agradecimiento cruel ante el gesto de Maggie, sino que también se burlan de su sueño de ser campeona mundial de boxeo.

Pocos minutos después de esa amarga experiencia, Maggie encuentra consuelo en la sonrisa de una niña que observa en un vehículo acariciando su perro durante la parada con Frankie en una estación de combustible.

El otro episodio es cuando, Eddy Dupris (Morgan Freeman), un boxeador retirado encargado de la logística en el gimnasio de Dunn, le plantea a la pugilista la opción de dejarlo e irse con otro entrenador para lograr la anhelada oportunidad de una pelea por el título mundial.

Maggie fue tajante -para demostrar nuestra gratitud es necesaria a veces esa actitud- al decirle al entrenador propuesto que jamás abandonaría a Frankie, quien, aunque al principio a regañadientes, le dedicó su tiempo y mayor esfuerzo para pulirla y convertirla en una exitosa boxeadora profesional.

En un discurso durante el acto en que recibió el pasado miércoles un reconocimiento del Senado por su trayectoria y aportes al país, el empresario José Luis Corripio Estrada (Pepín) tocó varios temas, pero a mí me llamó la atención su reflexión sobre la gratitud, cuando planteó que solo ese exceso es recomendable en el mundo, citando una frase del filósofo francés Jean de la Bruyére.

En sus palabras de agradecimiento a la cámara alta por el homenaje, Pepín Corripio dijo que “son tantos los apoyos y las circunstancias favorables que el destino pone en manos de uno, y a veces son tantas las personas a las cuales hay que dar las gracias, que las limitaciones del espacio, el tiempo y la memoria nos podrían hacer pecar de poco agradecidos”.

Como planteó el exitoso empresario, somos pocos dados a agradecer, algo que debemos tener presente siempre, aunque lo recibido sea parte del trabajo y de las obligaciones de quien nos brinda un servicio.

Hay que expresar y mostrar la gratitud, sin intentar equipararla al tamaño del favor o el bien recibido.

La gratitud puede expresarse con un simple gesto de empatía, un consejo oportuno, una frase alentadora o cualquier otro detalle que incida en el bienestar emocional.

Es un valor social muy ligado además a la memoria. Solemos decir a una persona que "nunca" nos ha servido, aunque lo haya hecho en cada oportunidad, solo porque un día no pudo complacernos.

Solicitamos un favor o un servicio y, luego de obtenerlo, no sacamos tiempo para agradecer, aunque sea con una simple llamada.

Hay una canción del brasileño Roberto Carlos titulada "La montaña" que deberíamos escucharla de vez en cuando para recordar la importancia de tener un corazón agradecido. El tema musical es una expresión de gratitud a Dios por la maravilla de la creación, la bendición de otro día de vida y con la exhortación de que los hombres y mujeres "jamás se olviden de agradecer".

Volviendo a la película, ese día de la amarga experiencia con su madre y hermana lo terminó Maggie brindándole un pie de limón a Frankie en un pequeño negocio a la orilla de una carretera llamado “Merendero de ira”.

Él lo degustó con un deleite tal que le dijo a Maggie “Ya puedo morir e ir al cielo”.

Las veces anteriores en que vi este filme ganador de unos 40 premios dentro y fuera de Estados Unidos, incluidos cuatro Óscar a mejor película, mejor director, mejor actriz principal (Hilary Swank) y mejor actor de reparto (Morgan Freeman), no reparé en el siguiente detalle:

Cuando te sientas desanimado y abrumado por un mal momento o uno de esos golpes del destino, incluso vivido en tu entorno más íntimo, siempre hay razones de sobra para sentirnos agradecidos de la vida por esos detalles que pasan tan desapercibidos por su valor inmaterial.

Como la hermosa sonrisa de un niño o que te brinden un simple pie de limón.

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