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Pedernales, deuda histórica

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Federico A. Jovine RijoSanto Domingo

La primera mentira fue poética: “la frontera es donde empieza la patria”; la segunda ha sido constitucional: “se declara de supremo y permanente interés nacional el desarrollo social, económico y turístico de la zona fronteriza…”. En los hechos, las provincias fronterizas están entre las más pobres del país.

Hablamos de unos “pendientes” estructurales, de una omisión histórica por parte del Estado que ha condenado a la miseria a medio millón de dominicanos. A eso agreguemos la presión que reciben sus limitados recursos e infraestructuras por la migración de los nacionales haitianos que la cruzan a diario.

Pedernales cristaliza el mejor ejemplo del drama fronterizo. Un territorio rico en recursos naturales con gente trabajadora y noble, donde sus jóvenes no tienen un futuro cierto. Sus áreas protegidas circundantes nos obligan a repensar en un modelo de desarrollo sostenible, pero ¿cómo dar la espalda a sus recursos mineros?, ¿cómo no aprovechar sus playas y montañas en un desarrollo turístico de envergadura?

Todos los gobiernos han prometido, pero pocos han hecho algo. En justicia, vale destacar la decidida acción del gobierno de Danilo Medina, que logró arrebatar de las garras de la corrupción más infame, 362 millones de metros de tierra y restituirlos al patrimonio público, y también su fallido Plan de Desarrollo de Pedernales. Toca el turno al presidente Luis Abinader, y la cosa ahora va en serio, pues no solo pretende saldar una deuda histórica pendiente, sino lograr que el desarrollo turístico de Bahía de las Águilas convierta a Pedernales en el motor económico de toda la región.

El reto del presidente Abinader es lograr que ese modelo de desarrollo sea diferente a todo cuantos se han hecho. Que sea inclusivo y que las comunidades locales puedan beneficiarse y ser parte de él; más que hablar de desarrollar, debemos hablar del tipo de desarrollo que queremos, de su sostenibilidad ambiental, de su responsabilidad social, de su replicabilidad en otras regiones (Azua, Montecristi, etc.).

El desafío es que lo urgente no atropelle lo necesario. Reformular el modelo de desarrollo con una visión ecológica integral requiere agotar todas las fases de la permisología, con rigor, pero también con la participación activa de la gente. En el caso de Bahía de las Águilas, las preocupaciones ambientales que genera el proceso son legítimas, como lo son las aspiraciones de la comunidad de un futuro más digno. Conciliar ambas visiones no es una quimera, todo lo contrario, es la mejor garantía de sostenibilidad de esos recursos naturales que hacen única a la región, y eso hay que preservarlo.

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