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Mateo Ricci, jesuita y letrado chino

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Manuel Pablo Maza Miquel, S.J.Santo Domingo

Los primeros jesuitas eran tan misioneros que incluso antes de que el Papa Paulo III los aprobase el 27 de septiembre, 1540, ¡ya Francisco Javier tenía meses viajando hacia Portugal para embarcarse para la India! Los primeros compañeros pronunciaron sus votos solemnes el 22 de abril, 1541, faltaba Javier que tenía medio mes navegando hacia la India.

Mateo Ricci (1552 – 1610) estudió matemáticas, geografía y astronomía bajo Cristóbal Clavio, S.J. en el Colegio Romano. Con 26 años ya estaba en Goa, India. En 1582 empezó a estudiar chino. Con un raro permiso, Ricci y otro jesuita llegaron a Zhaoqing el 10 de septiembre de 1583. Fueron bien acogidos. Acertaron en presentarse vestidos como monjes budistas. Los vecinos admiraban su dedicación al estudio, su vida íntegra y su premeditada renuncia del odioso proselitismo.

En agosto de 1589 ya andan por Zhaozhou. Fue por esos años que Ricci cayó en la cuenta de que el prestigio social de los monjes era inferior al de los letrados. Ricci y su compañero se vistieron de letrados, “se dejaron crecer el pelo y la barba”. Con su dominio del chino, Ricci tradujo al latín los Cuatro Libros de Confucio e inventó “el primer sistema para transcribir, en letras romanas, el idioma chino”. Con razón ha sido considerado “el padre de la sinología occidental” (todos estos artículos se basan en Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús, 2001).

En enero del 1601 lograron una audiencia con el emperador Wan Li, quien quedó encantado con “los relojes, un clavicordio, los prismas venecianos”. Ordenó que se hospedaran en su palacio. Fue Ricci quien comparando las informaciones de Marco Polo con su conocimiento directo llegó a la conclusión de que Cathay era “solo otro nombre para China”. Hecho que confirmó el portugués, Hno Bento de Goez en 1624 cruzando los Himalayas (tiene su estatua en Nepal). Fue el primer europeo en lograrlo.

En los primeros años de los 1600, “el eminente sabio Li Zhi, escribió a un amigo sobre Ricci en estos términos: “Ya puede hablar nuestra lengua con fluidez, escribe nuestros caracteres y se comporta según nuestras reglas de conducta. Produce una impresión imborrable: interiormente refinado y por fuera de gran franqueza... Entre todos mis conocidos, no sé de nadie que se le pueda comparar”.

Ese hacerse chino entre los chinos les traería graves problemas a los jesuitas.

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