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Vademécum de la envidia

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Juan F. Puello HerreraSanto Domingo

No es difícil detectar la envidia si apelamos a su naturaleza y a su estructura. Por ser un acto de la voluntad que unido al libre albedrío es un sentimiento, un vicio y a la vez una pasión, que desemboca en una “aversión contra el que, por el solo hecho de su superioridad afecta desagradablemente a otro, siendo fundamental la conciencia de la propia inferioridad”.

El mejor compendio de la envidia lo encontramos en la Sagrada Biblia. Caín mató a su hermano Abel, Esaú aborreció a Jacob, José fue vendido por sus hermanos, Saúl intentó asesinar a David, y Jesús fue condenado a muerte.

De esta manera, varias son las manifestaciones en las personas que permiten identificar la envidia cuando el bien del otro produce tristeza; ii) el egocentrismo, que toma cuerpo en forma de comparación; iii) el modo de mirar el bien de los otros; iv) resaltar su valía mediante la comparación; v) la crítica negativa y la difamación; vi) la burla y la ironía; vii) la relativización en reconocer los méritos ajenos; vii) las manifestaciones corporales, que de igual manera como la “vergüenza ruboriza el rostro, el sentimiento de envidia parece generar una reducción de la circulación sanguínea, que se refleja en 1a palidez de la cara, y por eso se habla de la pálida envidia o de la envidia lívida”.

Lo peor de la envidia es cuando alguien se regocija con el mal ajeno, deleitándose sosegadamente con todos los infortunios y calamidades que les ocurren a otros.

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