A tí, mujer
El valor de tu ser se aprecia en la sensibilidad de tu espíritu y no en tu belleza carnal. No eres producto del mercado, sino del pudor que sostiene la familia. Etiquetarte en la tarifa de un menú que se degusta en la imagen de una pantalla, no es tenerte como cuando penetras en las cavidades del corazón. La tecnología nos quitó la oportunidad de descubrir lo desconocido en tu mirada, que podría expresar lo profundo de tu sinceridad. Tu prestigio descansa en la reivindicación de crear una familia, porque en la maternidad responsable gravita el porvenir de los hombres formados con tu dignidad. Cuando recibes la bendición de convertirte en abuela, con tu decoro haces culto a la integridad de tu entrega, preparando el templo sentimental que alberga la descendencia de la continuidad humana. Respetarte a ti es respetarnos a nosotros mismos dentro de la sociedad, porque en ti descansa el equilibrio moral que debe sustentar a sus miembros. Apegado a lo sublime de tu existencia, me dirijo a ti mujer, reconociendo el lugar sagrado de tu misión, proclamo: feliz el hombre que te haya hecho su esposa, feliz el niño que te llame madre, benditos tus nietos que se abrigan en tu regazo, alimentándose de tu ternura.