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El arte de los afrodescendientes en Estados Unidos

En los territorios de África, Estados Unidos, Las Antillas y Sur América que fueron colonias europeas bajo el régimen esclavista, un afán de identidad empezó a nutrir la cultura y las artes de los afrodescendientes.

Ese movimiento de autoexpresión, identitario y auto referencial, alcanzó el epicentro colonialista en los 20s del siglo XX. En este, desde sus cosmovisiones sobre sí, sus intereses y perspectivas —colonizadora y colonizada— los gestores culturales públicos y sus actores vinculantes en la intelectualidad y las artes definieron un espacio “común” aunque diferente a favor de que los discursos sobre y procedentes de los afro-nacionales y afrodescendientes incrementaran sus derechos a integrarse y a nutrir las expresiones culturales.

Tal incipiente afro-tolerancia estimuló el incremento de las opciones de estos actores y poblaciones para crear/disfrutar tales contenidos y formulaciones, legitimando su presencia social en dispositivos intelectuales y estéticos formulados por africanos y afrodescendientes sobre sus situación, comunidades, historias, visiones y aspiraciones.

En términos históricos, el proceso parece inspirado por la recogida de lo propio, realizada por la triunfante revolución mexicana en 1917-21, mediante la valoración de la raza como factor definitorio de la identidad nacional y, por extensión, como referente cualificador de las políticas interna y externa del Estado.

Su apropiación masiva y conceptual, definió el folklore y las artes “cultas”. Asumir la particularidad histórico-racial de México desde el indigenismo constituyó una inaudita declaración —inicialmente popular, posteriormente populista— sobre el origen y legitimidad de las políticas públicas y, especialmente, de la soberanía desde la cultura: un rechazo auto-determinista a que lo extranjero (eurocentrismo, colonialismo y dictadura) determinara las opciones, decisiones y visiones de nuevo Estado.

Esta dignificación de lo propio y del pueblo como fundamentos del Estado democrático echó a andar desde entonces en la cultura. Su impacto mundial fue tan significativo que sugiere rastrear sus vínculos con lo ocurrido en Estados Unidos con el movimiento “El Renacimiento de Harlem”, coetáneo (1920-1927).

Tal proceso re-enmarcó los enfoques culturales oficiales más allá de México. En Francia, por ejemplo, la edición de la Exposición de París de 1927 adoptó la premisa “Exposición de las colonias”, convocando la participación, con marcado énfasis, de objetos y obras de todo tipo, relativas a las características, modos de vida y culturas de las poblaciones afrodescendientes de las colonias azucareras y las plantaciones en Estados Unidos, Sur América, África y Las Antillas.

Como proceso social, en este campo, desde sus inicios, se comprueba una diferencia entre los “partidos filosóficos” culturales: las izquierdas y la derecha. Las visiones/reacciones desde abajo y desde arriba. En “El Renacimiento de Harlem”, en USA, se produjo una declaratoria de objetivos de inserción de lo afroamericano en la cultura, procurando y propiciando la ampliación de los derechos educativos a favor de estos conglomerados.

La prensa entonces resaltó, por ejemplo, la apertura de escuelas vocacionales de arte en los estados o comunidades de predominio poblacional afroamericano, una conquista a partir de la cual la posibilidad objetiva de que las vanguardias ingresaran al arte afroamericano estadounidense robusteció. Un fascinante tema, para una próxima entrega.

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