Los jesuitas combaten el jansenismo

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Manuel Pablo Maza Miquel, S.J.Santo Domingo

Si los jesuitas no eran los demonios que pintaban los jansenistas, tampoco eran corderos inmaculados.

Estaban frescas las controversias contra los dominicos sobre la gracia y el libre arbitrio. Tan amargas habían sido, que en agosto del 1607 Paulo V tuvo que prohibir a los teólogos jesuitas y dominicos “calificarse de herejes”. En 1611 la Inquisición romana prohibió que se publicara nada sobre esta materia sin antes someterlo a su consideración.

Cornelius Jansen (Jansenio,1585 – 1638) estaba persuadido de dos cosas: él era el verdadero intérprete de la doctrina de San Agustín sobre la gracia, y la moral jesuita era relajada. Viajó a España en 1624 para coordinar en las universidades una condena contra los jesuitas y así sacarlos de la Universidad de Lovaina, en su tierra natal. Fracasó. Indignado por el apoyo que el rey francés Luis XIII (1601 – 1643) y el Cardenal Richelieu (1585 – 1642) brindaban a los protestantes contra la católica España, los atacó en un panfleto en 1634. El rey de España nombró obispo a Jansenio.

Durante 20 años, Jansenio redactó su magna obra sobre San Agustín, cuyos tratados sobre la gracia, aseveró haber leído 30 veces. La obra consta de 1,300 páginas con letra chiquita.

Jansenio murió en 1638. Su Augustinus apareció en 1640, a pesar de todas las prohibiciones papales y maniobras jesuitas.

La visión de Jansenio sobre las posibilidades humanas ante el mal eran negativas. En Francia, las ideas de Jansenio fueron defendidas por su amigo Saint-Cyran, quien se batió contra los jesuitas de Lovaina, Inglaterra y Francia. Richelieu, que al principio fue su amigo, lo metió preso en 1638 por defender ideas contrarias a las suyas.

Urbano VIII condenó el Augustinus en junio 1643, mediante la bula In eminenti. Antoine Arnauld, hijo de un parlamentario enemigo de los jesuitas, defendió a Saint- Cyran. Arnauld fue nombrado capellán de Port Royal, convento en el cual era abadesa su hermana.

Escandalizado por los consejos de un confesor jesuita a una dama “de más hermosura que virtud”, Arnauld publicó el libro “La comunión frecuente” contra los jesuitas. Sostenía: quien hubiese pecado gravemente, luego de la confesión y el perdón, debía de retrasar la comunión. El libro se agotó en una semana. En 1647 era puesto en el Índice.

La Sorbona examinaba el Augustinus y daría su dictamen. Las espadas apenas se habían entrecruzado en el aire.

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