El entorno cultural global acreditando el arte de los afrodescendientes
Con el desarrollo hacia la perfectividad que actualmente se verifica en las democracias de naciones multiétnicas, un gran movimiento anti-racial continúa cobrando fuerza al punto de estar propiciando que los discursos y socionarrativas de los descendientes afroamericanos, afro-europeos y afroantillanos adquieran una presencia pública hace una década no imaginable.
Después de experimentar los duros golpes de la esclavitud y la desigualdad social (laboral, ciudadana, religiosa, cultural, etc.) los “negros” en los Estados Unidos, Europa, Las Antillas y Sur América dejaron ver claramente que habían aprendido a no vivir de las ilusiones del supuesto amor que los esclavistas podían tenerles y, desde entonces, empezaron a dejar claro que sus pavas no pondrían ya donde antes pusieron. Una nueva consciencia sobre sí fue creciendo en ellos.
Así empezaron a crear instituciones y a organizarse política, social y culturalmente, impulsados por la condición común que los identifica: la negritud, ser descendientes de africanos; de abusados, explotados, esclavizados y calificados de sub-humanos, sin derechos ni opciones más que ser serviles a cambio de muy poco —lo estrictamente necesario para sobrevivir y reproducirse y de nada.
Sufriendo esa degradación tan denigrante, cada día transcurrido erosionaba sus almas, llenándolas de nuevas esperanzas sobre un entorno, tiempo y situación diferentes, a construir por ellos mismos al precio de avanzar contracorriente el largo sendero de las exclusiones y las faltas de derechos, sembrado de torturas, fuego y espinas. Un precio histórico y humano muy alto.
Sus acciones en esas vías vinieron a dar al traste con el discurso colonizador, cuyas articulaciones no sobrepasaron jamás la calidad de tolerancia mínima. La mirada blanco-colonial y de las aristocracias políticas sobre la cultura de los negros y sobre ellos mismos sólo les permitía registrarlos como animales de labor, y su mundo de dioses rebelados y rituales enérgicos de libertad y amor aspirados, como absurda curiosidad. ¡Ah, mira, ellos son así! Es la frase con la cual los expresaban. Simple curiosidad, “otros”, diferentes e inferiores. Desde entonces, el colonialismo secular, iniciado en Santo Domingo como efecto mariposa de la ola despachada en 1501 por los reyes españoles en el acto que designó a Nicolás de Ovando Gobernador de las Indias Occidentales, careció de la menor pizca de consentimiento a favor de la empírica humanidad de aquellas personas. Una demostración de hasta donde las conveniencias reformulan la psiquis y desde esta las ideologías, para terminar nutriendo los doctrinarios, religiones, códigos civiles y conductas.
Por siglos, los descendientes africanos que fueron a parar a todo el orbe como resultado de forzadas migraciones iniciadas desde sus ventas, apresamiento o caza en las costas africanas por los cazanegreros europeos, no perdieron sus esperanzas de libertad ni dejaron de soñar y empujar, desde el silencio y sus tristezas cotidianas, un mundo mejor para ellos y sus descendencias.
Cuando la gente, los gobernantes y los líderes van contra la Historia, llega el momento en que la Historia va contra ellos. Así ocurrió en este caso.
Los afrodescendientes soportaron más de cuatro siglos y medio, resistiendo en ese objetivo que hoy, gracias al obligado desarrollo de las democracias —incluso entendidas como democracias de mercado— está dando sus frutos y que, por fin, no concede oportunidad, consentimiento, argumento ni posibilidad a la praxis denigratoria de impedir que ese mundo marginado y excluido, sus expresiones, articulaciones e imaginarios, ingresen con igualdad de derechos y valor al arte, desde las miradas de los propios negros, no de los estereotipos a través de los cuales fueron percibidos, pensados y expresados por las socionarrativas y poéticas racistas y colonizadoras.
Así, estas democracias propician que, en arte y cultura, sobre el tema “racial”, la pava no ponga más donde ponía. Celebrando que la vida, modo de pensar, de ser, las preferencias, credos y aspiraciones de los ciudadanos afrodescendientes que habitan otros continentes estén nutriendo las socionarrativas y los discursos estéticos por doquier, imprimiendo al proceso cultural global un re-impulso re-humanista, entendido como uno nuevo: compacto, universal e inclusivo; despertando una consciencia anti racial universalizante.
Es que, aunque desde los saberes darwinistas, los aportes de Gregor Mendel de 1866 y la conclusión del proyecto genoma humano en el año 2003, las ciencias estuvieron argumentando—sotto voce, inicialmente— una afirmación similar sobre la igualdad “estructural” y genética de todos los seres humanos, al descender de la misma fuente y resultar de la evolución, compartiendo, a lo largo de su historia, un ADN común, terminando de destronar los fundamentos que sustentaron la idea de razas.
En nuestra geografía cercana, el antropólogo cubano Fernando Ortiz (1881-1969) declaró, en 1946, mucho antes de la revolución castrista, “El engaño de las razas”, un libro escrito en un período durante el cual el racismo impregnó y “justificó” el totalitarismo hitleriano, el fascismo y la exterminación de amplios grupos humanos. Al haber sido arrancados de los territorios de sus orígenes y antepasados, la esclavitud colonialista había condenado a los descendientes africanos del orbe a la misma inexistencia histórica que —según Jean-Paul Sartre en su texto “Reflexions sur la question juive”, también de 1946— Hegel denunciaba para los judíos al expresar: “la colectividad judía es la menos histórica de todas las sociedades ya que no puede guardar memoria sino de un largo martirio, es decir de una larga pasividad”. En nuestro territorio, el artista exiliado Josep Gausachs inició la primera indagatoria plástica de expresión de los atributos de la belleza negra, recientemente coronada por la 59ava Bienal de Arte de Venecia.
Se sabe que los abusos, exclusiones, injusticias y esclavitudes sólo pueden nacer, persistir y prosperar, más que del intento que los promueve, de la cobardía, pasividad o debilidad que los permite.
A falta de fuerza para impedir su dominio por los conquistadores, en los inicios de la colonización, los indígenas tainos recurrieron al suicidio más como acto de libertad que de escape.
Hoy el peregrinaje hacia unos orígenes múltiples y complejos se ha impuesto como necesario para los descendientes afroamericanos y afro-europeos. Se trata de un viaje con los ojos del alma hacia el reencuentro con las historias propias: familiares, comunitarias y personales; las vividas en las naciones que actualmente residen y que han quedado registradas en relicarios, cartas, documentos, aparatos y todo tipo de artefactos comunicacionales, votivos, emotivos y testimoniales.
El viacrucis también los lleva a África y a las tierras de las viejas colonias azucareras antillanas y sur americanas.
El objeto es recomponer la identidad mediante una estrategia antropológica de desenterramiento y recolecta: saber quiénes son, de dónde vienen para decidir el destino afín a sus realidades personales.
Es, como todo lo que construye el futuro, una nueva realidad multi integral, multi despolarizada. Y son los discursos, socio narrativas y propuestas artísticas en torno a este drama colectivo lo que actualmente llena las ferias de arte, las bienales, las galerías y los museos alrededor del mundo.
De forma bella, formalmente desinhibida, acopiando herencias y recursos de toda la historia del arte y todas las geografías: apropiando lo no tenido hasta hoy, colorido, poderoso, contrastante, celebrando.
Alrededor del mundo la cultura y las artes celebran que los intolerables tiempos de esclavitudes y de abusos ya pasaron.