Opinión

Un gran poeta con oficio de bellaco

Ezra Pound, era un poeta norteamericano que hablaba por “Radio Roma” en plena Segunda Guerra Mundial, alistado en las huestes fascistas de Mussolini. Su voz inauguraba en el alba, las transmisiones radiales de Italia, aliada de Alemania. Era un gran poeta. El sonido de sus palabras auguraba un nuevo orden, un nuevo dictamen de verdades absolutas, intangibles, alucinadas, basado en la hegemonía de una ideología totalitaria, oscura, perversa. Cuando el “nazi fascismo” cayó derrotado por los “aliados”, el poeta Pound fue apresado y exhibido en una jaula por las calles ensangrentadas de Roma imperial. Su rostro adusto cargaba de súbito una deuda milenaria de la lucha del mal y el bien, como valores epócales y coyunturales. Ambos conceptos se correspondieron con el momento histórico, fue la reyerta por la paz contra el arbitraje de la máquina de horror, era entonces la voluntad absoluta de una alianza lóbrega, que fue enfrentada por una coalición de naciones que detuvo el brazo aleve de la mayor degradación humana conocida en el siglo veinte. ¿Qué hacía un poeta como Ezra Pound, de honduras creadoras, lenguas y giros idiomáticos múltiples, un yanqui de Hailey, Idaho, formado luego en Filadelfia, en Londres, en París, en Rapallo, con ese oficio de malandrín? “Aquí Radio Roma”, insuflaba todas las mañana el canto de guerra múltiple de los fascistas. Fue un personaje que cosechó tanto odio y repulsión porque su voz potente desgarraba las mañanas para anunciar, con voz acompasada por himnos de muerte, el avance de las huestes malditas del totalitarismo encarnado en Hitler y en Mussolini. Cuando fue capturado por las tropas aliadas, se asiló en la locura, no entendía nada ni pactaba con los vencedores. Su rostro surcado por grandes erosiones en la piel angustiada, semejaba un demente escapado de las mazmorras.

Hace muchos años principiando la década de 1970, el gran poeta y músico Manuel Rueda, invitó a los escritores jóvenes a un encuentro tertulia literaria en su hogar de la calle Pasteur de Santo Domingo. Un poeta joven llamado Radhames Reyes Vásquez, leyó un texto que tituló “Ezra Pound, fascista, amigo mío”, (no cito textualmente’’). Rueda y todos los presentes se pusieron de pie en reconocimiento de un extraordinario texto que sacaba a flote esta figura controversial de la literatura universal. La eterna discusión entre la dubitación del compromiso político y la vida intelectual. Sartre, Camus, entre otros no concebían la literatura bajo el espadachín del totalitarismo homicida de Mussolini y Hitler. Recientemente un formidable escritor dominicano, Manuel Núñez acaba de publicar una extraordinaria novela sobre Ezra Pound, de la cual hablaré en otras entregas.

Hay un poema de Ezra Pound, que transcribo, que me parece hermoso, por ese tipo de descomprensión ética que se produce entre literatura y práctica social. Dice así: “Francesca, saliste de la noche/ Con flores en las manos/ Vas a salir ahora del tumulto del mundo/ De la babel de lenguas que te nombra/ Yo que te vi rodeada de hechos primordiales/ Monté en cólera cuando te mencionaron/ en oscuros callejones/ ¡Cómo me gustaría que una ola fresca cubriera mi mente/ Que el mundo se trocara en hoja seca/ O en vilano al viento/Para que yo pudiera encontrarte de nuevo/ Sola!”

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