Opinión

La Altagracia Virgen de la acogida

Juan F. Puello HerreraSanto Domingo

A Jesús por María, esta es la clave para lograr grandes portentos en el camino de las desventuras que se van presentando en la vida. Para entender esto, basta aceptar que a la Virgen María en su condición de esclava del Señor le fue más fácil acogerlo, porque el ángel le confió quién habitaría en sus entrañas.

¡Que maravilloso milagro! Dios albergado en el vientre de una joven pura, que misterio tan difícil de creer, pero tan fácil de entender, porque cada vez que pensamos en esto, descubrimos la presencia de Cristo en los hermanos.

En un momento de éxtasis y de una fe inquebrantable, intuimos, que la Virgen a lo largo de toda la gestación solo pensaba en la criatura que iba a nacer y la responsabilidad que tenía de que creciera para cumplir su misión, aunque no sabía el sacrificio tan grande que implicaría y el sufrimiento por el que tendría que pasar.

Nuestra Amantísima Madre enseña a acoger con fe, porque ella no vio y creyó. ¡Cuántos milagros han sucedido porque ella es prodiga en favores y acogida! Así, el amor a la madre se proyecta en la advocación a Nuestra Señora de la Altagracia Patrona de la República Dominicana, que ha sido coronada dos veces durante el pontificado de Pío XI (1922) y por el Papa Juan Pablo II (1979), y esta vez, para celebrar la Clausura del Año Jubilar Altagraciano asistamos a la Concentración que está fijada para el 15 de agosto a las 8:00 a. m. en el Estadio Olímpico, y así unidos, celebremos a nuestra Madre María, la de la acogida, que vela por nosotros ahora y siempre.

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