Todo se vale
Puede ser un concepto: Sabor que empieza en el aroma de Café Santo Domingo. Puede ser una palabra: ¡Oh, Toshiba! Puede ser una gráfica: el logotipo de Nike. Puede ser una música: la que acompañó durante años las historias de televisión del Mundo Marlboro. Puede ser un personaje: Samy Sosa con Baninter. Puede ser un slogan: Kekeeeee, ahí no dice Kendall. Puede ser una fotografía: Los posters que caracterizaban las campañas de Benetton. Puede ser una voz: la de Carlos Montalbán que narraba el paisaje del Mundo Marlboro. En fin, para la creatividad publicitaria todo puede ser válido si con ello tenemos elementos que sean vinculantes con el producto o el servicio a publicitar.
Lo importante es el imperio de un concepto como punto de partida para desarrollar la creatividad. En esa búsqueda todo se puede.
Porque a fuerza de repetición se logra una identidad que luego comunica hasta sin mencionar la marca. Esa familiarización con los mensajes no solo ayuda al posicionamiento, sino a la recordación de un producto o un servicio.
Lo único que se necesita es coherencia y continuidad temática para alcanzar ese nivel de comunicación automática con el público objetivo de las marcas.
Por tanto, todo se vale si el propósito es conceptualizar creativamente una campaña.