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Haití: muerte, pobreza y olvido

Sin Estado funcional ni gobierno, Haití es un infierno de muerte, pobreza y olvido bajo el control de unas bandas que con sus peajes encarecen el precio de todo lo que se compra o se vende, matan por diversión, frenan la economía e intimidan a los ciudadanos.

Allí el hambre, el miedo y desolación no paran de crecer, mientras la ONU, -ocupada en la guerra de Ucrania o el conflicto Chino-estadounidense-, en los hechos se niega a buscar una salida, y la OEA, ¡ay, la OEA!, es una Shakira autista que, ciega, lerda y sordomuda, para lo que alumbra… apagada es que luce.

Ante tal escenario, -al lado, justo al lado- existe un país, la República Dominicana, cuyos gobiernos desde Trujillo hasta ayer, por conveniencias políticas, por financiación de campañas o por simple corrupción, se han negado a organizar la migración, convirtiéndola en la tragedia social, política y económica que -para el futuro de cualquier país- significa que su proletariado esté compuesto por ciudadanos extranjeros que, por no tener documentos, no tienen ni siquiera una cédula de identidad de su propio país.

Cada día, la migración haitiana es mayor, las mafias que los traen son más eficientes, y sectores fundamentales de la economía -como el agropecuario o la construcción- deben gran parte de su rentabilidad a la irregularidad de una mano de obra que por lo mismo, -por ser irregular- no paga impuestos (ni su empleador) y es presa fácil de la sobreexplotación y el abuso, pues un obrero en situación de irregularidad en una finca o una construcción está a ley de una llamada y RD$2,000 de su empleador a alguna autoridad competente (más bien incompetente) para su deportación, violando todos los protocolos que mandan los acuerdos firmados soberanamente por nuestro país.

El drama es de tan absoluta desolación que hasta el Washington Post editorializó: “A medida que Haití se hunde cada vez más en el pandemónium, (…) ha recibido entregas recientes de Estados Unidos de dos productos básicos que solo pueden contribuir a su derrumbe: armas y deportados. Haití no tiene un gobierno funcional, ni democracia, ni paz, ni esperanza”.

La muerte ríe, las bandas avanzan, la ONU olvida, los grandes países no recuerdan, mientras cada día que pasa, nuestra economía depende más de la mano de obra irregular de un país que para huir de su infierno solo tiene el río Masacre.

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