Opinión

El país de los vivos

Juan F. Puello HerreraSanto Domingo

No se trata de un lugar donde se supone la población nace, crece y se multiplica, sino aquel compuesto por gente con una viveza fuera de lo común que se traduce en la habilidad para que lo ilegal parezca legal, y el fondo se confunda con la forma.

Se trata de un espacio en el que el tiempo pasa inadvertido y no parecen tener fin las nebulosas que acompañan el proceder nefasto de los integrantes de un grupo que busca recursos económicos para satisfacer su ambición de poseer y de poder.

Pero en ese lugar probablemente aparezca alguien que se tome la libertad de expresar con orgullo de que nunca ha recibido favores, prebendas o emolumentos de autoridad temporal alguna; como tampoco ha aceptado cargos o puestos encumbrados y reconocimientos comprados.

Pero lo más importante de este extraño ejemplar es que nunca ha vendido su conciencia y se ha apartado de la malignidad que gobierna a las almas falaces. En ese devenir encontramos el ejemplo de cómo es posible vencer el engaño de los portadores de promesas incumplidas y actuaciones dolosas.

De todo lo expuesto se aprende la lección de que, quien se dice ser realmente no es, y aquel que se ufana de sus éxitos y conquistas no siempre tiene la integridad moral para justificarlos.

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