Un poco menos

Si algo vienen demostrando los últimos acontecimientos en el país es que, el poder económico, representado por los que tienen, mueven y acumulan cada vez más capital, está siendo tambaleado por el bombardeo de información -a veces cierta, a veces falsa- que lo desacredita ante un pueblo que pasa grandes penurias materiales y que, al influjo de una justificada desesperación, comporta un enojo social y político que aquellos deberán saber gestionar con oportuna prudencia.

Pero no se trata solo de los poderosos económicamente. La clase política, titular del poder político -esté o no esté en el gobierno-, también viene sufriendo un descalabro que amenaza con dar al traste con el statu quo imperante, porque los ciudadanos ya no le creen. Ven a muchos políticos accionar en franca ruptura con sus intereses más genuinos, apurando la formación de una ley sobre Extinción de Dominio, pero manteniendo el voto preferencial que facilita que el dinero del narcotráfico subvencione el acceso a cargos electivos.

El termómetro político indica que muchos políticos, con sus remiendos -que solo sirven para capear los problemas-, comportan una baja en la estima pública y, ya por ignorancia, ya por embriaguez de poder, continúan con las orejeras firmes y su mirada perdida en un horizonte incierto, que es tal por su ineptitud, su avaricia y su torpeza. Hay, en fin, una efervescencia anti-establishment que pudiera abrir brechas a un indeseado populismo, sea de izquierda, sea de derecha.

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