El país primero
La guerra de Ucrania es mucho más que una guerra. Ella representa la recomposición del tablero de la geopolítica mundial con una China que avanza, una Europa que padece y un Estados Unidos que retrocede.
¿Hacia dónde conduce este complejo escenario? Dios y su María Magdalena lo sabrán, pero cuando se juega con el fuego de las ojivas nucleares un juego en el que Rusia tiene el primer lugar y es liderada por un presidente obsesionado en revivir dentro de su capitalismo populista y antidemocrático los sueños imperialistas de la desaparecida Unión Soviética, cualquier cosa puede pasar.
En las actuales circunstancias, ya ni el futuro es lo que era. Sin embargo, no todos nuestros líderes políticos parecen entender el momentum en que vive el planeta y el país, y lucen incapaces de separar el lógico discurso de la guerra política y la “maidelplay” de los asuntos del país, de la patria quiero decir.
El hecho más reciente tiene que ver con la decisión del presidente Abinader de detener las alzas en la tarifa eléctrica que habían sido programadas y consensuadas con los partidos políticos y la sociedad civil en el Pacto Eléctrico firmado en el CES.
Las críticas de la ciudadanía por estos aumentos son más que justificadas. Para entender a los demás, nada como colocarnos en su lugar.
Son tiempos de vacas flacas, y el aumento de un servicio tan vital como la energía eléctrica es un duro golpe a los bolsillos populares.
Además, siempre es saludable que los pueblos se expresen conminando a los gobiernos a darles todas las explicaciones pertinentes (y hasta la impertinentes, no importa), que eso es la democracia, fiscalización, transparencia, comunicación, consensos.
Sin embargo, es tan lamentable como inaceptable, que el liderazgo político, económico y social del país llegue a acuerdos para tomar medidas inevitables por necesarias (pero irremediablemente impopulares), y llegada la hora de los hornos, se le echen encima a la pactada decisión.
Uno entiende que los termocefálicos de gobierno y oposición se tiren cajas y cajones en las redes sociales y los medios de comunicación, pero nuestro liderazgo político debe ser capaz de mirar “más allá de la curva”. Hablo de mirar, mirar atentamente…y tener cuidado: a veces la luz que vemos al final del túnel es la del ferrocarril del desastre que se aproxima. Algo debió enseñarnos la pandemia.