En defensa de la democracia

Durante las últimas décadas, la economía dominicana ha liderado la región en crecimiento, turismo y captación de inversiones. Ese liderazgo no ha caído del cielo, aunque la Virgen de Regla haga sus favores. De igual modo, la envidiable estabilidad política que un país que desde 1962 realiza elecciones ininterrumpidas no ha sido asunto de la María Magdalena, sino de una sociedad civil variopinta y protestona; cosa de políticos y empresarios que con luces y sombras, directa o indirectamente, han liderado el país; unos generan las riquezas y los otros las administran desde el Estado o en cada proceso electoral luchan por alcanzar el poder para hacerlo.

Hace unos días, en una entrevista concedida a INFOBAE, el escritor español Javier Cercas (“Los soldados de Salamina”) advertía que no hay que dar por segura a la democracia, porque eso es ponerla en peligro. ¡Toma ya! A eso es a lo que uno se refiere cuando repite machaconamente que si para valorar la salud nada es más didáctico que enfermarse, para valorar la democracia, nada enseña tanto como el peligro cierto de una dictadura (perfecta o imperfecta, blanda o dura,) ¡Y que los mayores hagan memoria y los más jóvenes lean La Fiesta del Chivo!

Los dominicanos debemos vernos en el espejo lamentable de aquellos países donde va muriendo la democracia paso a paso, porque ya cada nuevo gobierno no es más que el presagio de un fracaso, perdón por la rima.

Así como el crack financiero de 1929 creo las condiciones para el estallido de la Segunda Guerra Mundial, así la crisis inmobiliaria de 2008 (Lehman Brothers) potencializó los movimientos ultranacionalistas y populistas de rechazo a la democracia en Occidente, culminando todo esto con la nostalgia imperial rusa que ha provocado la invasión a Ucrania que ha puesto Europa patas arriba y al mundo manos abajo.

A los dominicanos nos queda mucho por hacer, nuestro país arrastra una desigualdad de vergüenza y una corrupción de asco, sí, pero hemos avanzado, y ese es un mérito de unas fuerzas políticas y económicas a las que debemos seguir fiscalizando, sin que nuestras críticas lleguen a poner en peligro todo lo logrado.

Los malos tiempos por los que atraviesa la democracia liberal en todo el mundo puede tentar a más de uno a jugar irresponsablemente a destruirlo todo. No juguemos a la peruanización de la democracia dominicana.

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