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EL BULEVAR DE LA VIDA

Y hubo sangre de nuevo en el país...

Ocurrió ayer o hace mil años, en una de esas reuniones entre funcionarios y dirigentes de algún partido de gobierno de entonces: Un dirigente de la tendencia X, llamó “corrupto” a su compañero de partido, miembro de la tendencia Y, financiero, financiador y recolector partidario en cada proceso electoral.

Cuentan que ante la acusación, el señalado respondió: “Qué pena, compañero, que Ud. no me recordara esa acusación el día “x” del mes “x” a las “z” de la tarde, cuando el helicóptero aterrizó en el “pley” de su pueblo, solo para que pudiera yo entregarle los últimos cinco millones de pesos que hicieron posible su elección como honorable legislador”.

He ahí, el mejor ejemplo que he encontrado en los archivos de mi memoria, para explicar que mientras para ganar un puesto electivo en el país sea “importante y hasta imprescindible” recibir las donaciones/inversiones de empresarios íntegros o de lavadores desintegrados será mentira el futuro, mentira las campañas contra la impunidad, las odas a la transparencia y hasta las promesas de frenar la corrupción y hasta el amor. No recuerdo el autor, pero la frase de sincera es lapidaria y antológica: “Le damos a todos, apoyamos a uno, y estamos con el que gane”.

La financiación legal/ilegal de los partidos es el cáncer que cada día disminuye la escasa fe del ciudadano hacia la democracia.

El hecho de que, llegado al poder, toda organización política tenga el ineludible compromiso de retribuir de la inversión realizada por sus financiadores; mientras sea la financiación lo que determine el triunfo de unos y la derrota de otros en unas elecciones, podemos seguir en este onanismo electoral de engañarnos a nosotros mismos y creernos nuestras propias mentiras, pero tarde o temprano un funcionario digno se negará “a pasar por el tubo”, a pagar con tráfico de influencias las inversiones y las cenas de campaña a dos millones de pesos el cubierto, se negará, ay, y entonces, “habrá sangre de nuevo en el país, habrá sangre de nuevo en el país”, y otra vez volveremos al llanto, al lamento, a las palabras que de nada sirven si no las acompañan los hechos.

Y seguirá muriendo, no solo la democracia sino la posibilidad cierta de la feliz convivencia, el compartir, la paz, y no se detendrá la sangre ni ante la amistad.

Joder. ¡Ahora sí que somos pobres!

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