Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

EMPEZÓ HAINA A MOLER

Un hombre rana muy familiar, de los que ya no hay

Avatar del Listín Diario
Aliany Concepción AbreuSanto Domingo

Un 20 de diciembre del 1962 el pueblo dominicano demostró madurez política a la hora de elegir a uno de los hombres más honrados que han existido en la República Dominicana. Fue electo presidente constitucional el profesor Juan Bosch. Pero como pasa en la mayoría de los casos, cuando un gobernante tiene como principal objetivo el bienestar del pueblo, a ciertos sectores no les conviene y se ponen de acuerdo como serpientes silenciosas para gestar un golpe de Estado y lo lograron.

El 27 de febrero de 1963 se iniciaron una serie de manifestaciones de diferentes sectores en contra del profesor Bosch, dando paso más adelante a un régimen militar que asumió el poder a su antojo y a su beneficio, el triunvirato.

Según el comandante de los hombres ranas, Don Manuel Ramón Montes Arache, el 60-70% de los militares estaban a favor de la vuelta al poder del presidente destituido, pero no todos eran tan valientes para que reinara la voluntad del pueblo mientras estaba exiliado el profesor Bosch en Puerto Rico. Por suerte estaban ellos, los hombres más valientes y preparados para defender la constitución, los hombres ranas.

Eran la élite de la entonces Marina de Guerra, sumaban en total 101 hombres, poco conocidos por seguridad, pero suficientes por la preparación y su responsabilidad civil. Cuando el pueblo los identificaba iban tras ellos porque se sentían protegidos, porque ellos fueron quienes sustentaron la revolución de abril del 1965.

Tuve la suerte de vivir en frente de Don Julián Concepción Santa, un hombre que no dudó un segundo en coger su rifle y ponerse al lado de Francisco Alberto Caamaño y todo el equipo de hombres con uniforme de dacrón negro y su insignia, un tiburón atravesado por un arpón, con el nombre “comandos navales” (los hombres ranas) para defender la constitución.

Cómo me deleitaba con sus historias de guerra, su coraje se veía aún en la vejez en sus andares, en su firmeza, en ese silencio con mirada reposada, típico de un hombre calmado, observador, como los auténticos hombres de guerra victoriosos.

Un día le dije que me hubiese encantado estar en esa época porque sé que iba a estar con él a pie de guerra, aprendiendo a defender la constitución con el mejor maestro, mi querido tío.

Pero aún no había nacido y no te pude acompañar, tampoco lo hice en tu muerte cuando un cáncer te derrotó, pero nunca le tuviste miedo a morir y como hombre de bien, en tu lecho de muerte estuviste rodeado por tus hijas y tus hijos (mis primos) sujetándote la mano.

No dudo que te fuiste en paz porque viniste a este mundo para cumplir un deber, defender a un país y pasaste el examen con honores. Fuiste y sigues siendo un orgullo familiar que permanecerá en la eternidad.

Hasta siempre, cabo Santa (apodo puesto por Juan Bosch y José Francisco Peña Gómez).

Mi tío rana, mi cabo santa.

Tags relacionados