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TESTIGO DEL TIEMPO

Los barbijos pueden perdurar

Muchos neoyorquinos usamos barbijos, aunque derogaron su uso obligatorio antes de cumplirse el segundo aniversario de la declaratoria oficial de la Pandemia de Covid-19, este viernes 11.

El lunes derogaron la obligatoriedad de mascarillas en escuelas y lugares públicos. Muchos estudiantes y profesores, sin embargo, siguen usando cubrebocas.

En calles, trenes, autobuses y restaurantes, casi todos usan mascarillas. Cada pandemia pasada dejó cosas insertadas en la cultura futura, usar las mascarillas puede ser el legado del Covid-19.

Es como si un despertar de la consciencia individual nos conduce a al comportamiento de la protección colectiva.

Quizá en nuestra memoria celular sabemos que las pandemias pasadas, como las olas del mar, siempre se fueron y volvieron.

El Covid-19 tuvo varias olas, no sabemos si faltan, solo sabemos que pandemias anteriores tuvieron muchísimas olas mortales.

La viruela, desde el año 1,500 antes de Cristo, tardó 3,500 años yendo y retornando, mató incontables millones de personas, la declararon erradicada mundialmente en el 1980.

La peste Bubónica apareció por vez primera en el siglo V de la era Cristiana, mató más de 50 millones en múltiples olas sucesivas durante 200 años. Los crucifijos que hoy usamos en medallas o aretes, empezaron a usarlos durante esa “Peste de Justiniano”, como amuletos “protectores” contra “pestilencia y mortandad”.

Unos 800 años después, en 1347, la peste reapareció en Europa. Llegó con gente que huyó por el Mar Negro, de un conflicto armado en Ucrania, --que coincidencia!. Duró más de 400 años, hasta el 1,722, mató más de 200 millones.

Entonces, cuando alguien estornudaba, creían que su “alma huía” del cuerpo infectado por la peste, moriría; le deseaban, “que Dios te bendiga”, como hoy.

Con la pandemia gripal del 1918, comenzamos a afeitarnos, porque dijeron que el causante del mal se “escondía” en barbas, bigotes y otros vellos; Gillette inventó la navaja individual, llevamos 100 años afeitándonos, cada vez más.

El virus del 1918, el H1N1, mató 100 millones en dos años, sigue activo. Retorna anualmente como gripe estacional, los virus no desaparecen, mutan, las mascarillas ayudan a prevenirlos; quizá ya archivamos esa información en nuestra memoria celular.

Si la internalizamos, el uso de mascarillas puede perdurar.

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