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IDEANDO

Insensibilidad

Que el 58.6 % de la pobla­ción carce­laria del país guarde pri­sión preventiva –como pu­blicó la semana pasada este diario- es una tragedia hu­mana que retrata de cuerpo entero como anda el tejido organizativo de la justicia del país y delata la incuria e indi­ferencia de la nación.

Es una inquietante rea­lidad que evidencia el gra­do de abuso que se come­ten en el país contra los más pobres. Contra aque­llos que no tienen quien los defienda.

Es también una demostra­ción del grado de insensibi­lidad al que hemos llegado. Pues los pesares de los de­más no asombran ni lasti­man a nadie.

(Eso explica porqué cuan­do alguien se accidenta, en vez de ser socorrido, es sa­queado a veces en medio de su agonía).

Estos hechos se dan repe­tidamente en la sociedad, en la cara de todo el mundo, y nadie hace nada por solucio­narlos.

La vieja máxima de que “el preso no es gente” sigue presente en el ordenamiento jurídico y en la mente de las autoridades.

Los reos se pudren en la cárcel por falta de una defen­sa oportuna o del apoyo de algún familiar que mueva el expediente y agilice su caso.

Presumo que con un poco de voluntad, de trabajo y de iniciativa de jueces y demás autoridades, se podrían bus­car mecanismos que descon­gestionen las cárceles y ha­gan más llevadera la pena de los condenados y se dismi­nuya el hacinamiento.

No hace mucho la pren­sa descubrió el caso de una persona que estu­vo presa por años y no sa­bía porqué lo estuvo. Ni si­quiera existía registro de su existencia en esa pobla­ción carcelaria. Bastó un “tránquenlo”policial para que se quedara por todo ese tiempo encerrado.

Mientras persistan estos casos en las cárceles del país, nadie podrá hablar de avan­ce en la justicia, ni podrá ha­blar de paz, “ni será sagrado el ocio”.

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