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EL BULEVAR DE LA VIDA

El Defensor del Pueblo y la María Magdalena

¿Desde hace cuántas décadas nuestras cárceles son grandes centros de corrupción absoluta con impunidad garantizada?

Desde cuándo andan los ciudadanos con el grito al cielo, porque las autoridades competentes, -por su incompetencia o porque así se lo ordena el cacique partidario del pueblo-, no son capaces de prohibir el ruido infernal en colmadones, iglesias, automóviles; o que se enfermen las Dunas y se mueran los ríos sin que haya condenas definitivas contra los delincuentes. Cuentan que, ante una necia pregunta,

una niña de los campos mexicanos respondió: “Y para qué voy a tener hambre si no tengo que comer”.

De igual manera pregunta uno: ¿Para qué las leyes si nuestros señores no son capaces de aplicar sus garras más allá de unos sometimientos de public relations que siempre se diluyen en los vericuetos de nuestro sistema judicial? Afortunadamente, y como evidencia de que la María Magdalena no desampara a los suyos, los reclamos de una “inmensa minoría” lograron que un joven abogado con gran vocación de servicio fuera elegido como Defensor del Pueblo (DP).

De Pablo Ulloa, de quien dije el otro día que rinde más que una sopa de pobres y posee el don de la ubicuidad, uno celebra que se haya tomado muy en serio su función de DP, una institución que en sus inicios a uno le costó mucho entender para qué servía, en un país con menos institucionalidad que la de esos partiditos nuestros de compra y venta y vocación de meretriz.

Sin embargo, el tiempo ha dado la razón al DP, como instrumento que busca hacer más eficiente y respetuoso de las leyes al mismísimo Estado, cosa altamente necesaria en un país traumatizado por un trujillismo dominante, donde es harto difícil ejercer la autoridad sin convertirse en autoritario.

Por eso, entre otras cosas, uno celebra el nivel de confianza que en ocho meses ha logrado la institución, multiplicando en un 150% las asistencias prestadas a los ciudadanos.

Luchar por llevar al Estado a su propia legalidad es lo mejor que está haciendo el DP y, apoyarlo, es lo más inteligente que podría hacer la clase política de una democracia liberal en peligro porque cada día más ciudadanos admiten estar dispuestos a cambiar libertad por seguridad… ¡Y China y Rusia en amores!

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