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Los NFT y el mercado del arte: riesgos y ¿oportunidades?

Hará un año, el 23 de abril del 2001 Pablo Sullivan, del New York Times preguntaba —nada más que en un encabezado— sobre cuál forma de arte —análoga o digital— prevalecerá como valor económico en el mercado de arte.

Hizo tal pregunta amparado en que el artista británico Damien Hirst (Inglaterra, 1965 - ) había impulsado al alza el precio de los denominados token no fundibles (NFT por sus siglas inglesas), una criptomoneda que se adquiere a través de una cuenta, con monedas físicas reales pagadas a través de tarjetas de crédito, para constituir un “activo digital” no reversible (fundible) a ninguna otra moneda real, digital o tarjeta de crédito, sino a otro NFT o bien digital, criptográfico, en este caso, arte digital o certificado.

Los NFT media, ¿egresar dinero o algo por nada?

Las operaciones de oferta, compra, venta, recopilación, comercialización y exhibición dentro de los llamados mercados de NFTs-media se realizan bajo las condiciones de las compañías que operan ese mercado, siendo las más relevantes: 1) incluir el bien digital, para su custodia, en una cuenta en una compañía en línea que opere en el mercado de NFT o Binance; y 2) otros “términos del Binance”, modificables en cualquier momento a la única discreción de la compañía.

Ese servicio se ofrece sujeto a “tarifas aplicables” y a la condición expresa de que no se garantizan ni prometen “la identidad, legitimidad o autenticidad de ningún NFT” en ese mercado.

El proyecto “Currency” de Damien Hirst junto a una empresa de este tipo no pudo tener un nombre que expusiera con mayor claridad el objetivo de sus organizadores y promotores. Consistió en 10 mil obras de arte físicas únicas (con muy pocas variantes entre una y otra), alojadas en una bóveda bancaria de Londres ofertadas en venta y adquiribles mediante NFT. Los compradores recibirían una obra física o un certificado digital (NFT), este es un número, vinculado a la propiedad sobre ese activo físico teniendo el límite de un año para decidir qué deseaban recibir: el número digital o el artículo físico adquirido.

Una vez obtenido el token, este forma parte del “activo digital” del comprador, alojado en la referida cuenta del propietario en las empresas que operan tal mercado, pudiendo intercambiarlo, exhibirlo y realizar otras operaciones.

La seducción 1: un artista famoso.

Lo significativo aquí es la respuesta del público: aún tratándose de Damien Hirst, el artista venido a la gloria del mercado al “conservar” seres biológicos en cloroformo, mostrar sus vísceras e interioridades orgánicas como acto de estética salvaje, jugando con una abstracción-figuración decorativa, matérica y basada en fractales y cuya última obra subastada en Sotheby´s alcanzó $1.134 millones de dólares hongkoneses (US$147,420.00), ahora las piezas de su “Primera colección de NFT”, compuesta por 10 mil obras publicadas en el sitio de Nifty´s y ofertadas para la venta, alcanzaron US$25 millones el 25 de agosto 2021.

Este monto, para 10 mil obras ofertadas inicialmente a US$$2 mil cada una, es indicativo. Los precios de ventas que han alcanzado oscilaron entre $3,694 y $43,204 dólares, esto es entre el 2.51% y el 29.31% respectivamente del precio obtenido por Hirst por su obra física vendida más recientemente en Sotheby´s.

Un resultado a analizar, dado los supuestos con los cuales este mercado fue lanzado y promovido, atrayendo la atención de supuestos artistas que, movidos por el racional oportunismo, empezaron a otear la gloria de un posible cielo abierto para vender obras de arte inexistentes que podían quedar incluso como “activos digitales” en sus propias computadoras o alojadas en computadoras localizadas en cualquier isla o país de Asia o el Pacífico.

La respuesta a la pregunta del señor Sullivan no se hizo esperar y provino, nada más y nada menos que del propio mercado de arte.

La seducción 2: una cartera con $500 millones

En efecto, el pasado 12 de febrero Felix Xu, coleccionista de arte NFT, de 29 años, poseedor de más de 3 mil coleccionables basados en blockchain, empezó, según Porzuchary Pequeño —también del NY Times— “a llenar con pinturas reales” el “agujero ardiendo en su billetera criptográfica” en lo que espera gastar medio millón de dólares.

Hizo este jugada después de comprar una obra de Renquian Yang (chino radicado en Estados Unidos) y detenerse en el pabellón de la Pace Gallery, en la Art Basel Miami 2021, a mostrar interés en una obra de arte física del TemLab: “un colectivo de arte internacional”, interdisciplinario, integrado por “artistas, programadores, ingenieros, animadores CG, matemáticos y arquitectos” cuyo objeto es “explorar la relación entre el yo y el mundo y las nuevas percepciones a través del arte”.

La presencia de Xu y otros coleccionistas de NFT como Radhilla Zafar, Megan Gordon, Maggie Love en la Art Basel Miami 2021 fue un acto estratégico: revelar que los poseedores de criptomonedas desean invertirlas en arte físico, para que las operaciones con este tipo de “bienes financieros” y las galerías relacionadas con él incrementen en el mercado de arte físico.

El mercado de arte físico mostró sobradamente su fortaleza durante la pandemia de la Covid-19. Incluso en ese entorno, sus operaciones crecieron. Incluyendo el mercado de NFT. Este ha venido creciendo desde que “artistas como Beeple y Pack vendieran NFT, o tokens no fundibles, por docenas de millones de dólares” y las ventas de activos digitales en Sothebys (no NFT exactamente) durante el 2021 alcanzaron US$100 millones, de cuyos compradores el 78% eran nuevos clientes y la mitad de los postores, menores de 40 años.

Chiristie´s, por su parte, afirmó obtener ganancias de 150 millones vendiendo en NFT.

¿Hacia un cambio en el modelo del mercado artístico?

Sin embargo, en el último cuarto de año, el interés de los coleccionistas de NFT por arte físico parece estar acentuando un viejo modo de mercadeo artístico que excluye a los intermediarios como las galerías de arte y al cual ingresan personas sin la menor noción sobre el arte y sin ninguna relación con él.

El nivel de realidad-ficción o especulación-burbuja en este negocio puede advertirse con la afirmación u oferta de Eric Calderón, quien “pasó de administrar un negocio de baldosas de cerámica a ser el magnate de Art Block, una plataforma NFT que afirma haber generado más de de $100 millones en ventas digitales en 2021: “He dicho que cambiaría mis CryptoPunks por un Donald Judd o James Turel… Pero nadie me ha aceptado esa oferta, todavía”.

Los impulsores del NFT y esta comunidad declararon necesitar aprender a hackear el crecimiento de su modelo de negocio”, según Pequeño, del New York Times.

Resulta revelador que fundadores de plataformas de criptomonedas como Justun Sun, hayan adquirido obras físicas en Sotheby´s el pasado año: un Picaso de $20 millones y una escultura de Giacometti por $78.4 millones.

La jugada: seducir para vender.

La jugada de los promotores del NFT en la ArtBasel Miami 2021 pareció estar motivada por un hecho que también Porzachary Pequeño describió el 28 de abril 2021: “Las ventas en subastas muestran un cisma en el mercado: los compradores especulativos acuden en masa al criptoarte, mientras que los coleccionistas de primer nivel se contienen, temiendo las áreas grises legales y los problemas de derecho de autor”.

No hay que ser un genio para advertir algo simple en torno al esquema subyacente a los NFT: el primer emisor recibe el dinero, los demás deben seguir intercambiando u operando con opciones que jamás podrán regresar a ser dinero en efectivo o plástico porque los token NFT no son fundibles ni convertibles a moneda real alguna.

Para crear un mercado de intercambio de especies de tal nivel y seducir a los “inversionistas” y especuladores, naturalmente que sus promotores necesitan el bien humano más preciado: el arte. Y a un sector cegado y obnubilado por el ego, la necesidad, la frustración y la ambición como los artistas pobres del mundo que ven en este espejismo un premio de lotería que jamás será fundible.

Necesitaban por ello lanzarse nada más y nada menos que con altas cifras y, naturalmente, con un artista que es más espectáculo que creatividad: Damien Hirst quien, al poner esqueletos diseccionados en vitrinas hace mucho menos que Tristan Tzara cuando envió su escultura “La fuente” (1917) a la exposición de la Sociedad de Artistas Independientes en Francia.

El arte y las sociedades han ingresado a la encrucijada de decidir sobre quién decidirá el valor del arte: las estructuras de validación de la cultura, las carteras de los ricos o las iniciativas especulativas y hasta ponzis de la tecnocracia de la Internet.

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