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FUNDACIÓN SALESIANA DON BOSCO

El amor no basta

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Padre José Pastor RamírezSanto Domingo

El amor es una realidad que depende de la sanidad o enfermedad de la persona que lo expresa. El individuo da lo que posee. Cuando el amor es enfermizo se torna una obsesión, se idealiza a la persona amada; su presencia genera timidez extrema o también acarrea tartamudeo, nerviosismo, temblores y palpitaciones; le asalta continuamente un fuerte miedo al rechazo, llegando a generar ideas suicidas; regularmente, la persona se victimiza o procura tener siempre la razón.

Por otra parte, el amor maduro es reconocible: La persona se ama a sí mismo, es agradecida, la presencia del otro la enriquece, enfrenta los problemas dando soluciones, se establecen límites emocionales, se vive la reciprocidad, se deja en libertad a los demás, se vive el perdón, la escucha y la comprensión. Dice el terapeuta Joan Garriga que en el amor de esposos “no hay que morir por el otro, sino vivir para disfrutar juntos”.

Indica, por su parte, el padre de las Constelaciones Familiares, Bert Hellinger, que el amor requiere de un orden. Más aún, atestigua que primero es el orden y luego el amor. Cuando ese orden se irrespeta da como resultado un amor enfermo, pero si se asegura el orden el amor crece y se fortalece.

El primero de los órdenes del amor es el derecho a pertenecer a alguien, a una familia, a una comunidad, a un grupo, a un país, a un continente. Muchas disfuncionalidades en la familia provienen de la violación de este orden.

El segundo orden se refiere a la jerarquía o al lugar que se ocupa en la familia por el orden de nacimiento. La primacía la define tiempo. Los padres son los primeros, los mayores, ante quienes hay que inclinarse. El respeto de este orden asegura el éxito relacional.

El tercero es el equilibrio entre dar y tomar, en las relaciones familiares este orden es la base del buen funcionamiento del individuo, es el principio de la felicidad y de la salud. Por ejemplo, quien da en demasía amenaza la relación, hay que evitar dar más de lo que el otro puede regresar, existe un límite a lo que se da y lo que se pide al otro, quien da en demasía está en una posición de poder y de presionar al otro, si se da en exceso se asumes el rol materno. Existe, incluso, una regla del buen dar: Se ofrece lo que se tiene, se entrega al otro lo que puede recibir, se da sin exceder la medida de respuesta del otro en el dar.

El amor no basta porque cargamos traumas del pasado y, a veces, pretendemos que la otra persona los solucione. El amor tiene límite, si se excede se crea una relación de dependencia donde una de las partes se convierte en el “amo” y la otra en el “esclavo”. Cuando se afirma, “yo soy el que más quiero” se expresa el ego. Se trata de querer “mejor” no de “querer más”. El amor no hace daño, y si lo hiciese entonces no es amor.

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