Opinión

POLÍTICA Y CULTURA

Trujillo ¿Benefactor de la Iglesia Católica?

El 19 de enero de 1961, el país conoció una carta del presidente Balaguer y los miembros del gabinete, dirigido a los obispos, para que estos dieran su apoyo para otorgar a Trujillo, el título de Benefactor de la Iglesia. La iniciativa era del Padre Zenón Castillo de Aza, un enfebrecido trujillista que así lo había proclamado. La carta del Dr. Balaguer y el flamante gabinete mencionaba entre los méritos de la iniciativa, la personalidad jurídica, obras materiales de paz para alcanzar el florecimiento de la Iglesia y de las prédicas cristianas. Como una advertencia sugerida y supina, la carta les recordaba a los obispos, el memorándum del 10 de enero en el cual los obispos habían reconocido a Trujillo, beneficios, favores y mercedes, hechos a la Iglesia. Además la susodicha carta del presidente Balaguer y el gabinete, hacía hincapié, en que otorgarle el título de Benefactor de la Iglesia a Trujillo, demostraría al mundo la solidaridad existente entre Iglesia y Estado. La carta del Dr. Balaguer reseñaba la promesa de Trujillo en una visita a Higu¨ey donde prometió construir una Universidad Católica.

La Iglesia respondió a Balaguer y al gabinete en carta firmada el 6 de febrero, donde expuso: “… nuestro ánimo no puede menos que estar reconocido hacia el Generalísimo Dr. Rafael L. Trujillo Molina por los beneficios, favores y mercedes que directa o indirectamente ha recibido la Iglesia Católica en nuestro país. Por esto la gratitud Nuestra, del clero y del pueblo es bien conocida. […] Es precisamente ahora, en el asunto que Nos recomendáis, cuando no podemos menos de reconocer el límite de Nuestro poder, ya que sobrepasa el límite de Nuestras atribuciones no solo conceder, sino aun apoyar esa iniciativa por tener la Santa Sede así reservada la promoción y concesión de tales títulos”.

La reacción de Trujillo ante este desplante de los Obispos fue demencial, volviendo a embestir contra la Iglesia, en mayor proporción y ferocidad, persiguiendo sacerdotes, llevando a la cárcel a muchos curas, asaltando parroquias (en esos asaltos la turba enloquecida estuvo al punto de matar a los obispos de La Vega y San Juan). A esto se añadía, como retroalimentación un año antes, el descubrimiento del Movimiento Clandestino 14 de Junio, en enero de 1960, conjura donde cooperaron y participaron varios sacerdotes y seminaristas, y que Trujillo no olvidaba. Un sacerdote de valía intelectual formado en la Roma fascista al amparo del liderazgo de Mussolini, y quien ejerció funciones de Cónsul dominicano en New York, coincidiendo parcialmente con el cerco impuesto al escritor vasco Jesús de Galíndez, que culminó con su secuestro en 1956, el padre Oscar Robles Toledano, fue soporte de esa campaña para obtener el título de “Benefactor de la Iglesia”. La negación del Vaticano enloqueció al tirano, hasta el grado como ya hemos revelado por el testimonio de Balaguer, que mandó a matar al Papa Juan XXIII en Roma, a través de lo que los expertos llaman enviaciones de “espíritus inmundos”. Llegué a conocer y conversar tanto con el padre Robles Toledano, cuyos artículos bajo el seudónimo de P.R. Thompson, publicados en “El Caribe”, eran cátedras de una cultura superior, como con el padre Zenón Castillo de Aza sobre este tema peliagudo. Relataré mis experiencias.

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