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EN LA RUTA

Fulcar

Resulta indiscutible que su deci­sión de enfrentar el status quo burocrático del sistema educati­vo dominicano y su empeño en equiparar la calidad de la educa­ción pública a la privada, le ha abierto innume­rables frentes al ministro de Educación Rober­to Fulcar Encarnación. El más reciente episodio, ocurrido la semana pasada, cuando de manera aviesa se le quiso atribuir consanguinidad con uno de los suplidores del desayuno escolar por el mero hecho de tener apellidos relativamente homófo­nos, así lo confirma. Falsedad que fue desmonta­da por el propio protagonista y una hermana suya, quienes negaron la especie y validaron las afirma­ciones del ministro en el sentido de que ninguno de sus familiares suplen al Instituto Nacional de Bienestar Estudiantil (Inabie). No obstante, y pese a haber sido rápidamente desmontada, la rever­berancia del ruido que se quiso crear indica cuan profundos son los efectos de estos dos “pecados” cometidos por Roberto Fulcar, proveniente de una familia honorable y quien a lo largo de su vida, tan­to pública como privada, ha exhibido una conduc­ta intachable. Pero, y para poner solamente un ejemplo, los intereses (económicos) afectados por un hombre que se despoja de las prerrogativas ad­ministrativas del cargo para que en aras de la trans­parencia y el ahorro, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) gestione la ad­quisición de más de medio millón de dispositivos electrónicos para los estudiantes, no lo perdonan. Como tampoco perdonan que se haya salvado el año escolar en medio de la pandemia y que, aún con retos pendientes, a los alumnos de las escuelas públicas se les haya aumentado calidad del proce­so enseñanza-aprendizaje.

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