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COLABORACIÓN

Punta Catalina frente al espejo

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FEDERICO A. JOVINE RIJOSanto Domingo

En la alocución dirigida al país el pasado do­mingo, el presi­dente Luis Abi­nader tomó control del relato para reencauzar el debate sus­citado en torno al contrato de fideicomiso de la Central Ter­moeléctrica de Punta Catalina (CTPC). Más allá de la aproba­ción ciudadana a las palabras del presidente, sus afirmacio­nes de que CTPC no sería pri­vatizada, y que se discutiría en el Consejo Económico y Social (CES) la modalidad óptima para preservar y gestionar ese activo estatal, queda la interro­gante de si lejos de ser un gol­pe de timón, estamos frente a un patrón de comportamiento ante casos de crisis.

Hay precedentes: cuando se habló de la posibilidad de un ajuste fiscal, evitado gra­cias los adelantos de pagos de la empresa Barrick Gold (oc­tubre 2020); la negativa a úl­timo minuto de impulsar una reforma fiscal y la posición ofi­cial ante el revuelo causado por las declaraciones del direc­tor de presupuesto en torno a la venta de EGEHID (octubre 2021), etc., por lo que pare­cería que más que reactivas, constituyen un libreto en ma­teria de comunicación: incu­bar las causas, detonar la cri­sis, agrandar la bola de nieve mediática y luego, desactivar­la con una intervención de alto nivel. De ser así, el problema de esta estrategia es, en tér­minos generales, la devalua­ción de la figura presidencial, en tanto encarnación simbó­lica del poder y la estabilidad: a corto plazo el presidente re­suelve un problema, pero a largo plazo se erosiona y se de­bilita, y esa estrategia de expo­nerlo en ese rol, es una apues­ta al desgaste arriesgada.

Independientemente de los cuestionamientos jurídicos y técnicos hechos al contra­to, y de la idoneidad o no del CES como instancia para su conocimiento, saludamos la decisión del presidente de es­cuchar las opiniones de la so­ciedad al momento de decidir el futuro de un importante ac­tivo estatal, pues reafirma su apertura y sentido de transpa­rencia; ahora bien, estas solu­ciones pueden (y deben) dar­se antes de que los problemas se conviertan en tales, y aquí la comunicación estratégica jue­ga un rol fundamental.

En una sociedad demo­crática, con herramientas y tecnologías de comunica­ción masificadas, disponibles y de bajo costo, el control so­cial y mediático constituye una ilusión, razón por la cual se debe apostar más a la ver­dad, a una comunicación ac­tiva, preventiva, multinivel y honesta que, basada en la transparencia, cumpla con el rol de contribuir a que la ciudadanía -debida y previa­mente informada-, pueda no solo cuestionar, sino también empoderarse y vincularse con las estrategias y planes del gobierno.

Ese es el desafío.

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