EL INFORME OPPENHEIMER

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ANDRÉS OPPENHEIMERSanto Domingo

Aglutinamos lenguajes, agru­pamos semánticas y hasta te­nemos una necesidad impe­riosa de activar el intelecto, con un raciocinio de estímulo constante, aunque nos falte tiempo para re­flexionar y para aprender a reprendernos cuando caigamos en la confusión. En rea­lidad, nos hemos convertido en autómatas del tiempo y no vemos más allá de los esce­narios virtuales.

Son los grandes dominadores de nues­tras andanzas. Lo cierto es que caminamos a sus órdenes, bajo el paradigma de lo tec­nocrático, obviando cualquier momento para la meditación, que es lo que conlleva una mayor autoconciencia crítica y nos ha­ce despertar. Los puentes no los tiende tan solo la conexión digital, tampoco nos une; es el silencio unas veces, otras el diálogo, y la escucha de una mirada lo que nos con­mueve e insta a querernos y a respetarnos.

Pensemos que somos seres de interiori­zación, con necesidad de conocernos y de reconocernos, lo que nos llama a examinar lo que hay dentro de cada cual, para poder tomar el camino del discernimiento tras los aportes de la sabiduría humana.

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