EL INFORME OPPENHEIMER
Se le acabó la fiesta a Bukele con el Bitcoin

Aglutinamos lenguajes, agrupamos semánticas y hasta tenemos una necesidad imperiosa de activar el intelecto, con un raciocinio de estímulo constante, aunque nos falte tiempo para reflexionar y para aprender a reprendernos cuando caigamos en la confusión. En realidad, nos hemos convertido en autómatas del tiempo y no vemos más allá de los escenarios virtuales.
Son los grandes dominadores de nuestras andanzas. Lo cierto es que caminamos a sus órdenes, bajo el paradigma de lo tecnocrático, obviando cualquier momento para la meditación, que es lo que conlleva una mayor autoconciencia crítica y nos hace despertar. Los puentes no los tiende tan solo la conexión digital, tampoco nos une; es el silencio unas veces, otras el diálogo, y la escucha de una mirada lo que nos conmueve e insta a querernos y a respetarnos.
Pensemos que somos seres de interiorización, con necesidad de conocernos y de reconocernos, lo que nos llama a examinar lo que hay dentro de cada cual, para poder tomar el camino del discernimiento tras los aportes de la sabiduría humana.
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