OTEANDO
Comprendiendo a Hipólito
En varias oportunidades se ha oído decir al expresidente Hipólito Mejía que no está de acuerdo con la retaliación contra expresidentes. Muchos se exprimen el cerebro buscándole una teleología a la expresión, otros, aspirantes a Hipolitólogos, se centran en analizarla en términos semánticos, y otros, se atreven a señalar incluso que fuera bueno que Hipólito se buscará alguien que diera coherencia lógica a lo que llaman una posible tesis que, acaso sea valiosa, pero Hipólito no tiene las habilidades para estructurarla.
Pienso que al expresidente de seguro le hace feliz que lo que él diga produzca tantas conjeturas -razonables o no-, ya que ello demuestra que mantiene vigencia política e implica, de hecho, un reconocimiento a su persona y a su condición de hombre de Estado; asimismo, pienso que sabe lo que dice y le son indiferentes los colores y las formas que le asignen a sus palabras. Hipólito es así, dice lo que piensa con franqueza y con un grado tal de rapidez que nadie se atrevería a rotular como calculadas sus expresiones (que las diga pensando en qué rentabilidad le podrían producir, por ejemplo).
Al haber ejercido el Estado, Hipólito le sacó un 100 a las lecciones que da. Sabe que ni aquí ni en ninguna latitud presidente alguno podría ejercer una función panóptica del Estado que excluya toda posibilidad de travesuras por parte de quienes le acompañan, pero sobre todo aquí, donde todavía podemos afirmar que estamos estrenando la democracia y, por vía de consecuencia, nuestras instituciones son muy débiles.
Pero más aún, considero que Hipólito, que ha oído hablar en el pasado a otros presidentes -de la primera y segunda olas democráticas del país- el mismo idioma, pero con otras palabras (borrón y cuenta nueva, gobierno de unidad nacional, etc.), sabe que para lograr el despegue de una nación hay que sanar las heridas, interrumpir la cadena del odio y promover el perdón.
Yo me he atrevido, en varios espacios, a plantear lo del gobierno de unidad nacional. Y ahí están los artículos donde reposan mis propuestas. No es nada descabellado, he puesto el ejemplo de Mandela; la semana pasada celebré el encuentro del presidente y treinta partidos. Y he llegado más lejos, he dicho que el presidente que se atreva a poner en práctica tal gobierno, apartando de su entorno las garrapatas del odio, jamás tendría que mendigar una reelección. Ni dos tampoco.