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PENSANDO

Progreso sin corrupción

En países vulnerados por la corrup­ción, no se justifican los emprésti­tos que sangran el erario en detri­mento de las grandes mayorías nacionales.

El auge de la corrup­ción lacera los índices económicos con el au­mento del déficit fiscal. Un desarrollo basado en la infraestructura de megaproyectos y dadivas burocráticas partidistas es una traición a las nue­vas generaciones dependientes del paternalis­mo, alejándolas de lo más preciado de un país, su nivel educacional.

Un gobierno permisivo al dolo que premia la impunidad promueve lo in­decoroso en detrimento de los valores sustenta­dos en la filosofía Duartiana.

La patria está por encima de los gobernantes basando su progreso en la institucionalidad, el respeto y la confron­tación de las ideas, sin comprar conciencias co­rruptoras de los estamentos que hacen posible la equidad en un sistema de derecho.

Progreso va más allá de la solvencia económica; es la ca­pacidad de manejar los recursos del patrimonio nacional con auténtica transparencia. Cuando la corrupción se apodera de las instituciones, el pueblo queda desprotegido al mando de pseu­do líderes que juegan a la gobernabilidad, ante­poniendo los intereses de grupos y no los de la nación. Una sociedad empoderada es garantía para sobreguardar el patrimonio de todos.

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