UMBRAL
La pandemia y el PIB de papeles
La pandemia desatada por la Covid-19, no solo sacó lo peor y lo mejor de los seres humanos: sus miserias, expresadas en las grandes corporaciones farmacéuticas que aprovechan el miedo a la enfermedad y la propia muerte para poner a la ciencia en el centro de la avaricia, como lo han hecho siempre; o develó el carácter egoísta de potencias económicas que no pudieron, ante la magnitud del problema, ocultar con la manipulación de los medios de comunicación a su servicio, la naturaleza de su esencia; y, por otro lado, la solidaridad, manifestada en el desprendimiento de servidores de la salud, en el auxilio desinteresado de comunidades que se volcaron a dar, en silencio y sin exhibiciones, todo lo que material y espiritualmente contribuyera con sanar al prójimo, sino que hizo aflorar el vacío de liderazgo global y las debilidades estructurales de países que se veían como potencias inexpugnables.
Los periódicos, la televisión, la radio y el cine, moldeadores de la opinión pública a escala mundial, no encontraron gavetas para archivar, por ejemplo, que Estados Unidos aporta la mayor cantidad de infectados por el nuevo coronavirus, y que es, además, el país que lidera los decesos. La crisis destapó lo que muchos sabían: la inmensa cantidad de pobres sin acceso a salud, sin techo y con trabajos precarios; hizo más visible el carácter frágil de la economía estadounidense, anclada en los servicios e incapaz de producir los insumos que se requerían para prevenir la letal enfermedad. Cosas tan simples como mascarillas y jeringas no aparecían en el mercado interno; y no tan simples como respiradores artificiales debían ser importados para suplir la demanda de los hospitales atestados de enfermos.
Ya abierta la economía mundial con la reapertura de los mercados, seguida por una abrumadora demanda de bienes, se colocó en el relieve de las noticias y los debates, la escasez que no se produjo desde la deslocalización de las empresas o la externalización de la producción, en razón de que los mercados mundiales fluían sin contratiempo y Estados Unidos siempre dispuso de los dólares necesarios para abastecerse y mantener el ritmo de consumo de su población. Pero -y aquí traigo una frase sin valor para algunos- los dólares no se comen, no importa la cantidad que el Tesoro decida imprimir, lo que quedó demostrado al interrumpirse la cadena de suministro y la sobredemanda de mercancías y contenedores que sufrieron retrasos en sus salidas de los puertos emisores, y atascos en los receptores estadounidenses.
Dan Collins, periodista de CBS News.com, comentando esta situación en una entrevista que concedió el 25 de diciembre pasado al programa Keiser Report que se transmite por RT, manifestó que Estados Unidos se ha convertido en un gran almacén en donde no se produce nada, por lo que llegó a afirmar que la primera potencia del mundo es China, debido a su liderazgo en innovación y superioridad tecnológica; a que controla el mercado mundial, produce el doble de electricidad que EE.UU., procesa el 50 por ciento de la materia prima del planeta, es más rica en términos patrimoniales, e incluso aclara que el PIB estadounidense es irreal, como es irreal la inflación, porque, a su juicio, ese PIB no representa riquezas, sino la impresión de un montón de papeles -dólares- que solo sirven para ir de un lado para otro comprando lo que no produce y las élites financieras no quieren que se produzca porque ganan menos produciendo riquezas de verdad, y si deciden hacerlo lo quieren hacer con dinero público, pues su dinero es solo para recompra de acciones.