MIRANDO POR EL RETROVISOR
El bolero en un solo mosaico con Ómicron
Cuando el músico francés Maurice Ravel creó en 1928 su tema “Bolero” jamás imaginó el éxito universal que alcanzaría esa composición escrita para ballet.
Bolero no solo se convirtió en una de las obras musicales más famosas de Ravel, sino en una composición icónica del siglo XX y una de las más interpretadas de la historia.
El músico escribió el tema para la bailarina y empresaria rusa Ida Rubinstein, quien había creado su propia compañía de ballet y necesitaba temas para una serie de presentaciones.
Ravel se inspiró en una danza española e incluso tenía previsto inicialmente el nombre “Fandango” para esa obra musical caracterizada por “un ritmo y un tempo invariables, con una melodía obsesiva, repetida una y otra vez sin ninguna modificación salvo los efectos orquestales, en un crescendo que, in extremis, se acaba con una modulación a mi mayor y una coda estruendosa”.
Uno de los inconvenientes que tuvo Ravel con su Bolero fue que una vez estrenada en la Ópera Garnier de París, el 22 de noviembre de 1928, no pudo controlar la forma en que otros músicos lo interpretaban tratando de imprimirle su impronta.
Aceleraban o ralentizaban excesivamente el bolero que alcanzó una difusión inesperada para el autor. En definitiva, Ravel ya no tenía el control de su bolero.
Actualmente la humanidad baila bolero con la variante Ómicron del Covid-19, una de las cepas más contagiosas del letal virus que mantiene de rodillas al mundo desde diciembre de 2019, cuando se detectaron los primeros casos de “una gripe” en la ciudad Wuhan, de China.
En el país ya comenzamos a sentir los rigores de Ómicron con contagios sin precedentes y una evidente presión sobre los servicios de salud, como consultas, pruebas diagnósticas, camas para internamiento y necesidad de fármacos.
Y volvemos sobre pasos superados bajo el argumento de que estamos frente a una “simple gripe”, en otro intento por minimizar una enfermedad que ya superó los 300 millones de contagios en el mundo y acumula cerca de 5.5 millones de muertes.
El turismo continúa abierto sin controles para la entrada de extranjeros, seguimos permitiendo eventos masivos, se relajan las medidas preventivas como distanciamiento, uso de mascarilla y lavado de manos, además de que reiteramos clases presenciales a partir del próximo martes.
Hay un marcado ausentismo laboral por la ola de contagios de Ómicron, incluso de médicos y enfermeras que han vuelto a sentir los rigores de demandas excesivas de servicios de salud.
El Ministerio de Salud Pública destaca la baja tasa de letalidad por Covid en el país, pero una realidad inocultable es que este virus nunca ha perdido su capacidad de arrebatar vidas, en mayor o menor proporción.
Bailamos sin dudas bolero en un solo mosaico con la variante de un virus que sigue siendo impredecible e inescrutable, como la forma en que terminó interpretándose la célebre composición de Ravel.
El compositor francés terminó resignándose con el siguiente comentario expuesto tres años después del estreno de la obra musical: “Debo decir que el Bolero es raramente dirigido como yo pienso que debería de ser. Mengelberg acelera y ralentiza excesivamente. Toscanini lo dirige dos veces más rápido sin ser necesario y alarga el movimiento al final, lo que no está indicado en ninguna parte. No: el Bolero debe ser ejecutado a un tempo único desde el inicio al final, en el estilo quejumbroso y monótono de las melodías árabe-españolas. Los virtuosos son incorregibles, inmersos en sus fantasías como si los compositores no existiesen”.
Las autoridades que manejan el Covid-19 a escala planetaria son también incorregibles al momento de lidiar con esta pandemia, hasta que la realidad les da en la cara.
Solo implorar a Dios que Ómicron no se salga del control de las autoridades dominicanas, como le ocurrió a Ravel con su Bolero “obsesivo, extremo y con una cola estruendosa”.