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TRIBUNA DEL ATLÁNTICO

Panderetas por un crucero

Proviniendo de una familia católica y profesando esa fe, resulta, sin embargo, que un cálido recuerdo de la niñez proviene precisamente de una iglesia evangélica, en especial por la forma de cantar los temas religiosos.

Mis padres no tenían inconvenientes en dejarnos ir a la escuela dominical de la Iglesia Evangélica Dominicana, conocida popularmente entonces como “la “chorcha”, por, church, iglesia en inglés, íbamos invitados por doña Rosa Polanco a la escuela dominical y participábamos del culto, la tradición musical de esa iglesia que se remonta a sus raíces en la iglesia wesleyana, tiene mucho de la herencia norteamericana del góspel, pero para no perderme en ritmos, basta decir que me impresionaron siempre los coros, la simetría de sus voces altas y, la pandereta.

Desde entonces, siento ese humilde instrumento como fundamental para los cánticos que reflejan alegría, inolvidables como aquel que dice “Yo tengo un gozo en mi alma… ríos de agua viva hay en mi ser…”, con la fuerza vibrante de las panderetas.

El miércoles al bajar por la calle 12 de julio y observar la dominante escena de del crucero MSC Seashore anclado en el nuevo puerto Taino Bay, a la altura de la intersección con la calle Eugenio Deschamps, cerca de esa iglesia, el crucero daba la impresión de cerrar el paso al final de la calle, recordé las panderetas.

Y las panderetas siguieron sonando por Facebook, por Instagram, por Twitter, en cada publicación de la gente de Puerto Plata, en la noticia de que cientos se apostaron desde temprano en la puntilla para ver entrar el crucero, en el entusiasmo de la gente en las calles, en las impresionantes tomas aéreas de los drones que surcaron el lugar, en las imágenes hechas en tierra desde el muelle, desde la calle Duarte o cualquier otro punto de la ciudad.

El inusitado entusiasmo nos hizo recordar, aquella histórica llegada del Boheme, que siendo muchachos vimos en enero de 1971, apretujados en un mar de gente, acompañados de nuestra tía Francisca.

Cuando se iniciaba la construcción del puerto Amber Cove decíamos en el espacio radial vespertino de la L’ Arena 92.5 FM, que nuestro único reparo es que preferíamos que el muelle fuera en la bahía de Puerto Plata, convencidos de que una parte de los turistas, por pequeña que sea, decide andar por su cuenta en la ciudad y esos, son los que les llegan a los pequeños negocios. Amber Cove abonó el terreno para Taino Bay.

En la época del Boheme, el Caribe, el Song of Norway, el Volendam y tantos otros trasatlánticos que visitaban Puerto Plata entre el 71 y el 93, como ahora, la gente respiraba al ritmo vibrante de la música, con el entusiasmo de un “allegro molto vivace”, muy vivo y rápido.

Luego de unos 27 u 28 años sin tener cruceros regulares en el muelle de Puerto Plata, era inevitable este desborde de alegría de la gente con el retorno de los cruceros, en esta bahía, un resultado fruto de la continuidad del Estado, en nuestra imperfecta democracia. Entusiasmo y esperanza de mejores tiempos.

Alguien al escribir la historia podría decir: Y tocaron panderetas, por un crucero, punto de partida del arribo de muchos.

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