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Opinión

POLÍTICA Y CULTURA

Sencillamente Lara

Conocí a Alberto Lara cuando él era muy joven y yo era su profesor del tercero y cuarto de Bachillerato. Ahora Lara me alcanzó en edad, ahora somos iguales. Desde el principio era inquieto y se integró a actividades culturales diversas. Me lo llevaba a las casas de los intelectuales y escritores de la época, entre ellos donde el gran poeta Franklin Mieses Burgos, quien vivía en la calle Espaillat de Ciudad Nueva, así como con los grupos de aquel tiempo bullicioso, de muchos retos y desafíos intelectuales. Un día dejé de ver a Lara, y cuando lo volví a ver, ya él era un cuadro de la cultura y de las mejores causas sociales, siempre acompañando al inmenso Silvano Lora, ese artista magistral que unió su sensibilidad a la lucha por un mundo mejor.

Ya no era Lara el estudiante, ahora era Lara, el militante, el ardoroso organizador junto a Silvano en la Bienal de Arte Marginal, ese desfile de talentos y esencias populares, levantada paralela a la Bienal oficial en el barrio de Santa Bárbara, o volcándose en una canoa en el mar, en la meta de repetir la travesía de Martí para liberar a Cuba en 1895 junto a Máximo Gómez.

Lara creció al calor de la sensibilidad y el compromiso. Organizando los sábados poéticos en El Conde peatonal, las jornadas de música y folklor, trabajando activamente en el Departamento Cultural de la UASD, junto a Mateo Morrison, Carlos Sangiovanni, Humberto Frías y los grupos culturales. Siempre al lado del inclaudicable y coherente Narciso Isa Conde, como un devoto seguidor de ideas éticas. Viajó por el antiguo campo socialista. Estuvo en París, Moscú, La Habana, desandando entre coloquios y muestras artísticas. Estudió en la UASD, laboró en el Departamento de Relaciones Públicas, es un profesional de la comunicación y colabora con la Vicerrectoría de Extensión. Recientemente puso un libro en circulación de suma importancia y aporte cultural, sobre el negociado de la obras de arte en nuestro país, tema nunca tratado en una propuesta de tesis.

Fue a la Feria Internacional del Libro de New York y lo presentó ante públicos selectos. Ha logrado sobrevivir a varios conatos de amenazas a su salud. Camina a paso rápido como en los tiempos idos de las luchas sociales. En estos días recordaba con Andrés L. Mateo nuestras andanzas con Lara en diversas jornadas culturales. No me imagino la ciudad pequeña ni la UASD sin su silueta, luz en el arco volátil de un campanario, la presteza de un bolchevique en la toma del Palacio de Invierno en la Rusia zarista, Gagarin preguntando por Dios en su cápsula espacial en órbita alrededor de la tierra, Bertolt Brecht y “La Opera de los tres centavos”, el Altar de la Patria o “En busca del tiempo perdido” de Marcel Proust, las cafeterías exánimes, los pintores coloreando el amor al paso de turistas, el Maestro Cestero pincelando de eternidad la ciudad colonial, Casa de Teatro y Freddy Ginebra, y los pliegos del tiempo inexorable. Y es que en medio de un torbellino de pandemias, olvidos e ingratitudes, he querido hablar de Lara, así sencillamente, de Lara, amigo, hermano querido.

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