EMPEZÓ HAINA A MOLER

La Interseccionalidad y el 25-N

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Aliany ConcepciónSanto Domingo

Lamentablemente otro año más para conmemorar un 25-N, el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, simplemente agotador, devastador e indignante por las cifras actuales sobre la violencia ejercida sobre la mujer.

Un día en honor a nuestras mariposas, las Hermanas Mirabal, asesinadas por un hombre con todo el poder, tanto que las vidas de los ciudadanos dependían de su despertar cambiante y guiado por sus emociones desenfrenadas, primitivas y su impulsividad irremediable, producto de su evidente trastorno mental.

¿Cuántos años nos quedan? ¿Será una fecha de conmemoración eterna?

¿Qué culpa tenemos de nacer mujer? ¿Qué culpa tenemos de nacer en países que no respetan nuestros derechos? De nuestra raza, profesión o no, de tener una enfermedad como una adicción, porque evidentemente no es lo mismo ser hombre con un problema de adicciones que ser mujer.

No es lo mismo incluso ser en una sociedad desarrollada, mujer adicta pero rica, que una mujer con la misma enfermedad, afrodescendiente y pobre, de eso se trata la interseccionalidad, discriminación múltiple en función de diferentes ejes de igualdad.

Una herramienta de análisis planteada en los años 80-90 por diferentes mujeres activistas negras que destacan las diferentes formas de opresión tomando en cuenta su identidad, el género, raza, clase, edad, etc.

Cuanta violencia y competitividad ejercida a la mujer por parte de los hombres y también por parte de las mujeres, porque nos educan para ello como sociedad, el machismo siempre presente.

Resulta difícil trasmitir lo que es ser mujer en una sociedad que no está preparada para respetar nuestros derechos, no necesitamos que nos cuiden porque no somos frágiles, no queremos privilegios, porque no los necesitamos, sólo pedimos respeto y que se legisle en igualdad de condiciones para todos y todas.

Alumbrar a un ser que luego actúa desde el odio, la ignorancia y la falta de empatía para la mujer es tener vergüenza de haberles dado vida.

Lo único que nos queda es educar a las futuras generaciones basándonos en igualdad y respeto, porque por más que hayamos avanzado como sociedad, esta sigue siendo machista y muy cruel, con todo aquel que piense de una forma distinta.

El hogar tiene la responsabilidad de ser parte de la transformación, es la única manera de tener una sociedad igualitaria, y que se respeten los derechos de todos y todas, ya que la mejor religión es la tolerancia.

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