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PENSANDO

Monumento a la impunidad

Una vez más, la respuesta de la sociedad dominicana, que somos todos, es un monu­mento a la impunidad. El caso Odebrech quedará en los anales de la justicia dominicana como la manipulación gansteril más grosera del sistema de justicia, con linderos en toda La­tinoamérica.

Es una forma muy lamentable y vergon­zosa a nosotros mismos, porque el ejemplo dado a las nuevas generaciones de domi­nicanos es un atropello doloroso a la iden­tidad de la nación, ya que nos descalifica moralmente como sociedad, al aceptar la impunidad como conducta que mancilla nuestros valores morales y cívicos de cara al mundo.

Parece que una vez más nos asecha el opor­tunismo irresponsable de alcanzar el poder y absolver la ilegalidad con el “borrón y cuenta nueva”.

Ya basta de poses de humildad y entreguis­mo a los poderes facticos y foráneos.

Basta ya de promesas reivindicativas y va­lentías mediatizadas; es hora de quitarse los antifaces y mostrar el verdadero rostro de la ineptitud de no poder cumplir con los verda­deros intereses del pueblo dominicano.

Duarte nos exigió, ¡“Sed justos, lo prime­ro”! No a una identidad corrupta e ilegal pa­ra un pueblo que se ha sacrificado asumiendo el déficit fiscal, producto del desfalco al erario público.

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